Por Francisco Pastor Pomares miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC
Según el Gobierno español, el crecimiento global en España durante 2014, en términos del PIB, se habría cerrado con un aumento del 1,4%, y las previsiones que algunos analistas (FUNCAS) pronostican para el 2015 señalan un avance del 2,4%. Son sin duda datos que podemos calificar como positivos, y que denotan una posible recuperación económica que dejaría atrás los años de recesión que el país viene soportando desde la quiebra de Lehman Brothers.
Estaríamos así en el inicio de un cambio de ciclo donde es de esperar se implementen políticas sociales y económicas que vengan a paliar la deteriorada calidad de vida que una gran mayoría de ciudadanos viene padeciendo desde el inicio de la crisis. Cabe también confiar en que el tejido empresarial español consiga recuperar gran parte de una fuerza laboral excluida del sistema y abocada a la pobreza, máxime teniendo en cuenta las ganancias de competitividad que se espera con la bajada de precios del crudo del petróleo y de la depreciación del euro respecto al dólar, así como de unos menores costes de financiación y una inflación controlada.
Sin embargo, y dejando de lado las incertidumbres sobre la estabilidad política interna o cambios geoeconómicos que pudiesen producirse, hemos de advertir que no siempre el crecimiento económico tiene su traslado en un aumento del bienestar o en una mejora del nivel vida, ya que ello depende, como bien podríamos entender, de las políticas redistributivas que los distintos gobiernos emplean, sobre todo aquellas que tiene que ver con la convergencia entre las diferentes regiones autonómicas o con las condiciones que permitan la igualdad de oportunidades, y muy singularmente las que tengan que ver con la educación.
En este sentido, consideramos pertinente referirnos a los estudios sobre el bienestar que el Premio Nobel de Economía de 1988, Amartya Sen, ha dejado escrito en muchos de sus textos académicos, y muy en particular a su obra The Standard of Living. El nivel de vida se mide por lo que logramos y por las posibilidades que tenemos para ello. Y las posibilidades son nociones de libertad en un sentido positivo: “las verdaderas oportunidades que tienes con respecto a la vida que puedes llevar”.
Conseguir un crecimiento que no tenga un reflejo en un bienestar generalizado de la población sólo tiene un significado: está basado en un modelo que favorece sólo a las rentas más altas, aquellas que ya disfrutan de un alto nivel de vida. Así pues, el crecimiento debe alcanzar a todos los niveles de la población, debe ser sostenible y basado en factores tecnológicos, y, por supuesto, debe ser capaz de ofrecer posibilidades que permitan elevar las rentas de empresas y familias endeudas. El exceso de apalancamiento financiero en muchas de ellas, sin segundas oportunidades, las conducen a la pobreza más absoluta.
Las cifras que nos ofrecen las estadísticas sobre el PIB y su crecimiento, y que con tanto fervor nos predican los gobernantes como un efecto positivo de sus políticas, no nos ofrece más que una imagen de “opulencia relativa” y nada nos dice de nuestras condiciones de vida, que bien podrían ser lamentables, como argumenta Sen. Si nuestros hijos pasan hambre, si no disponen de una educación libre y gratuita, si malviven en habitaciones cochambrosas, y si enferman y no podemos medicarlos, entonces, de que nos sirve el crecimiento. Si España es el segundo país con más desigualdad económica de Europa, sólo por detrás de Lituania, y si el 1% de la población concentra más riqueza que el 70% más pobre, es evidente que existen condiciones de vida en mucha gente que afectan de manera negativa a su bienestar, por mucho crecimiento en el PIB que obtengamos.
Hay que insistir en esto de las cifras estadísticas algo más. Porque cuando alguien se fija en los datos de crecimiento del PIB debe anotar acto seguido otra cifra al margen si no quiere ver distorsionada la realidad: la de las personas desempleadas, que en España se cifra en el 23,7% de la población activa, según datos de la EPA. Wulf Gaertner, en su comentario a “Capacidad y bienestar”, referido a The Standard of Living, afirma que [los desempleados] “se aíslan dentro de la sociedad y empiezan a perder la capacidad para hacer e imitar ciertas cosas, capacidad que previamente poseían. […] Este hecho no se manifiesta directamente en las estadísticas oficiales, y con mucha frecuencia no se le tiene en cuenta en las discusiones sobre el desempleo cuando se citan las tasas de crecimiento e inflación, los cambios en la productividad y otros indicadores económicos”.
Un artículo extraordinariamente pertinente. Creo que el crecimiento económico debe ser abierto, es decir, no puede ser fruto de las relaciones que los mismos tienen siempre con los mismos, necesita aire fresco, necesita igualdad de oportunidades. De hecho si los mismos siempre salen ganando, ¿qué incentivos tienen para el esfuerzo?
Pero, incluso en economías en las que haya avances en igualdad de oportunidades, siempre habrá quien no las pueda o sepa aprovechar. Los frutos del crecimiento no deben dejar atrás a grandes masas de la población. De otro modo se crea la economía que se descapitaliza humanamente, la economía del descarte, que se va quedando cada vez con menos recursos humanos. Y ese sufrimiento tan agudo genera importantes efectos externos negativos para el conjunto de la sociedad. Sin equidad no hay eficiencia.
Un cordial saludo.
Excelente artículo y excelente comentario. No soy economista pero la pregunta quesiempre me hago es la siguiente. ¿A quién quiero por vecinos? No me cabe duda que conviviré mejor en una sociedad formada e integrada que en una con partes marginadas. Cuando mas exclusión social haya mas dificil sera la vida para todos, por lo tanto, y aunque solo fuera por egoismo propio deberíamos hacer un gran esfuerzo por erradicar la marginación independiente de si los individuos han sabido o no aprovechar sus oportunidades. Los efectos negativos de la exclusión social son letales para el bienestar del resto de la población, como bien dice el, señor García Abad. Sea por empatía, el mejor de los sentimientos, o sea por interés propio, nuestro esfuerzo debe ser dirigido a organizar una sociedad integrada y equitativa.
Tradicionalmente los economistas de la sintesis neoclásica, la corriente ampliamente mayoritaría han considerado el crecimiento del PIB o PNB como indicador de bienestar. Aunque su creador Simon Kuzents advertía que tales indicadores no eran medida de bienestar, se estableció una correlación entre ambos parámetros como indicativo de causalidad. Sin embargo, ya desde los años 70 en los países más desarrollados se advertía un desacoplamiento de esa correlación, siendo cada vez menor su impacto en el bienestar. En muchos casos los aumentos de renta son meramente posicionales que no generan ningun bienestar permanente. También la creciente desigualdad en la distribución de la renta ha tenido un impacto importante en ese desacople. Pero el problema esencial es que el crecimiento económico se basa en una visión pre-análitica del mundo (http://economiapangloss.blogspot.com.es/2014/03/las-falacias-del-crecimiento.html) totalmente errónea, donde la economía es el todo relevante y no crece a costa de nada, ya que no existe nada que la contenga. Como dice Herman Daly no existe regla de cuando parar o de escala óptima. En definitiva es la economía del Jardín del Edén como acertadamente la calificó Nicholas Georgescu-Roegen. El crecimiento nos hace más pobres ya que consume capital natural que no puede ser sustituido, al menos de forma extensa, por el capital hecho por el hombre porqué son complementarios. La función de producción neoclásica base de la teoría del crecimiento (Solow) es profudamente defectuosa, pero se sigue aceptando como válida (http://economiapangloss.blogspot.com.es/2014/05/la-economia-del-jardin-del-eden.html). Se trata de crecimiento antieconómico que nos hace más pobres, pues es el stock de capital, natural y hecho por el hombre, el que nos proporciona bienestar y no el flujo que no hace más que destruir las bases mismas del bienestar. El objetivo lógico de la economía sería la sostenibilidad, es decir, la renta de Hicks, minimización del flujo y conservación del capital, justo lo contrario de lo que hacemos.