El empleo como pretexto

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Por Antonio Gonzalez, miembro de Economistas Frente a la Crisis


Crear empleo con políticas de derechas… o con políticas progresistas[1]

La actual recuperación de la economía y de la creación de empleo está brindando no pocas lecciones tanto económicas como políticas. En las siguientes líneas pretendemos destacar, en un repaso muy rápido, algunas evidencias y realizar otras tantas reflexiones que podrían ser de utilidad para la elaboración de políticas económicas y laborales desde una perspectiva socialdemócrata. Un asunto que podría ser esclarecedor y oportuno en un periodo en el que nos encaminamos hacia el momento de confeccionar y aprobar los programas electorales en los que se debería explicar con claridad a militantes y ciudadanos en general cuáles son las políticas económicas y laborales que se deben aplicar para superar los graves problemas a los que nos enfrentamos.

  1. Dos equivocaciones (de la izquierda).

Leyendo las críticas que desde la izquierda se realizan a las políticas del Partido Popular, se tiene a veces la sensación de que se piensa que una de las principales debilidades de las políticas económicas y laborales de la derecha consiste en que sus políticas, ya sea por incapacidad o falta de voluntad, no crean empleo.

Y, partiendo de esa base, se expresa como crítica fundamental, y como principal alternativa, la reivindicación de que la política económica debe tener como primera prioridad la creación de empleo y la reducción del paro. Más adelante reflexionaremos y trataremos de aclarar la cuestión de si las políticas económicas y laborales de la derecha crean o no de verdad empleo a largo plazo y cómo y en qué condiciones, pero de entrada hemos de destacar que las dos ideas anteriores son, a mi entender y expuestas con el esquematismo y, en ocasiones, confusión conceptual con las que se hacen, dos equivocaciones.

Primero, porque el crecimiento de la economía, a partir de un determinado nivel del mismo, conlleva habitualmente la creación de empleo, de tal forma que los intentos de basar en la ausencia de ello la crítica a las políticas de la derecha decaen rápidamente con el simple cambio de ciclo económico. Y segundo, porque es precisamente la creación de empleo el pretexto en el que las políticas económicas neoliberales se han venido basando crecientemente en los últimos treinta años para forzar desregulaciones del mercado de trabajo, rebajas fiscales, liberalizaciones y otras tantas medidas. Pero, tal vez lo más importante sea comprender que muchas de las medidas que desregulan el mercado de trabajo y reducen los niveles salariales, en especial de los grupos de trabajadores con competencias y cualificaciones más débiles, tienden a incrementar la cantidad de empleos creados por cada punto de crecimiento económico, es decir, lo que se denomina en términos económicos la elasticidad del empleo respecto al PIB. Esto realmente es así.

Cuestión distinta es –ya hemos dicho que lo veremos más adelante- si esos empleos son sostenibles y a dónde nos lleva esa estrategia económica y ese tipo de creación de empleo. Pero, lo cierto es que la desregulación laboral hace que, a corto plazo, se cree más empleo porque estas medidas reducen los salarios y actúan de forma que, para un determinado aumento del valor añadido y un determinado crecimiento de las horas de trabajo producidos por la economía, se contratan más trabajadores. Es lo que, en términos esquemáticos, podemos denominar cómo repartir el salario o, con jornadas parciales y salario parcial, repartir (entre más trabajadores) las horas de trabajo generadas.

La conclusión más relevante del razonamiento es que las políticas económicas neoliberales o de derechas tienen su propia lógica de creación de empleo. Y que demandar sin más prevenciones ni precisiones que la creación de empleo sea la única prioridad puede dar a entender que esta sea “a costa de todo”, o como decíamos en un artículo anterior publicado en estas mismas páginas “a cualquier precio” (González A. 2014). Un planteamiento de estas características presenta dos graves problemas. El primero, que sin pretenderlo se justifique que en nombre del empleo se adopten recortes en las condiciones laborales. Un tipo de manipulación que, como hemos podido comprobar una vez tras otra, se utiliza a menudo. El segundo, que parezca que para solucionar prioritariamente el problema del desempleo no hay otras políticas diferentes que, de una u otra forma, adoptar medidas de flexibilización de la contratación, el despido y los salarios.

Estas además son, a mi juicio, algunas de las razones por las que en tantas ocasiones han tomado esta impropia y equivocada orientación las medidas laborales que se han adoptado por gobiernos de izquierdas.

  1. La gran falacia.

En España, desde hace décadas se ha venido defendiendo que los niveles de desempleo más elevados que en la mayoría de los países de nuestro entorno se explican por la rigidez del mercado de trabajo. Esa rigidez que abarcaría la contratación, el despido y los salarios determinaría que la economía española no fuera capaz de crear empleo como los demás países y alcanzar niveles de empleo comparables.

Sorprende, sin embargo, cómo se ha podido sostener una falacia de tales características cuando toda la evidencia disponible pone de manifiesto que la elasticidad del empleo respecto al crecimiento del PIB[2] de la economía española es la más elevada de los países de la Unión Europea. Destaquemos que, en este sentido, se puede decir que un mercado de trabajo es rígido si el empleo aumenta poco cuando el PIB crece, y flexible si sucede lo contrario. Por lo que a la vista de los datos habríamos de concluir que el mercado laboral español es el más flexible de la UE.

Además, ese primer puesto en el ranking europeo de la elasticidad del empleo no es el resultado de las últimas reformas, sino que se mantiene desde hace más de un cuarto de siglo. Y lo ha venido siendo tanto en periodos de crecimiento económico como en los de recesión y ajuste de empleo.

Si, como se ha venido manteniendo, la rigidez de contratación, despido y salarios fuera en España mucho mayor que en las demás economías, la creación de empleo habría sido, por unidad de crecimiento del PIB (la referida elasticidad), mucho más baja que en los demás países[3]. Pero una simple comparación del crecimiento del empleo con el PIB pone en evidencia que, para cualquier etapa expansiva o recesiva de la economía, la elasticidad del empleo derivada del funcionamiento del mercado de trabajo español está en los puestos más elevados de Europa.

Un informe muy reciente preparado sobre el particular por OIT, OCDE y datos del FMI, para la última reunión conjunta de Ministros de Trabajo y Economía del G-20 (OIT, 2015), nos facilita datos fuera de toda duda. En efecto, en el cuadro siguiente, (elaborado con esos datos) es posible comprobar cómo, en cada una de las etapas económicas consideradas en el informe, la elasticidad del empleo respecto al producto en la economía española es de las más altas de los 27 Estados Miembros de la UE (para los que hay datos contemplados en el estudio).

elasticidad laboral

La comparación es, además, cualitativamente más significativa si la realizamos tomando en consideración dos grupos de países: por un lado, las cuatro grandes economías de la UE (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia) y, por otro, un conjunto de economías más pequeñas a las que habitualmente se las asocia con elevados grados de flexibilidad laboral, los cuales se deberían traducir en niveles de elasticidad de su empleo superiores a los españoles. Los resultados se muestran en los dos gráficos siguientes.

desregulacion laboral

indicador desregulacion 2

En resumen, los datos ponen de manifiesto:

  • Que la elasticidad del empleo en la economía española es, en cada uno de los periodos, mucho más elevada que en las restantes economías. Por supuesto mayor que en las grandes, pero también mayor que en las más pequeñas y dinámicas, consideradas en general como ejemplos de flexibilidad laboral. E incluso es también mayor que en los Estados Miembros del Este de Europa.
  • Que la elasticidad del empleo ya era en España la más alta de la UE antes de las grandes reformas laborales acometidas a partir de los años noventa, porque ya en el periodo 1991-1999 multiplicaba por varias veces la elasticidad de casi todas las economías europeas.
  • Que al inicio de esta última crisis el grado de elasticidad del empleo (posibilidad de ajuste en este caso ante la caída del PIB) era elevadísimo porque, aun descontando el ajuste de empleo en el sector de la construcción, la caída del empleo en España es muy superior a la del PIB, cosa que no sucede en las restantes economías. Ese alto grado de flexibilidad se debe esencialmente a las diferencialmente más desreguladas condiciones de utilización en España del despido individual sin causa justificada (González, A. 2015).
  • Que la altísima elasticidad del empleo se refleja tanto en el grado de flexibilidad en la contratación (evidenciado en los periodos expansivos) como en el despido (puesto de manifiesto en los recesivos), y que cada uno de ellos son los más elevados de la UE.
  • Que se podría afirmar que el modelo laboral español, dadas estas características tan distantes en su funcionamiento, queda fuera y es un caso anómalo respecto de los restantes modelos europeos.

La elasticidad del empleo deviene, en este contexto, un indicador de desregulación laboral (tal como se menciona en los gráficos), poniendo de manifiesto a través del comportamiento de la relación entre las variaciones del empleo y del PIB que el mercado de trabajo español es, globalmente considerado, el más desregulado de la UE desde hace mucho tiempo.

Por hacer un símil que permita comprenderlo mejor, en el momento actual, si la elasticidad del empleo fuera la velocidad de los automóviles, en España se circularía a doscientos kilómetros por hora, mientras que en la media europea la velocidad sería de treinta y seis kilómetros por hora[4].

El mercado de trabajo español tiene una desmedida volatilidad laboral, expandiéndose de forma extraordinariamente intensa en las etapas de crecimiento de la economía, a través de la creación de una altísima proporción de empleo inestable, degradado y de bajos salarios (González, A.2013), y contrayéndose luego de forma desmedida en los periodos de recesión a través de un recurso extremo a los despidos.

Las reformas laborales acometidas hubieran debido ser, por lo tanto, de signo contrario a las que se han adoptado. Es decir, hubieran debido reducir la inestabilidad laboral en la contratación e impedir el uso excesivo de los despidos por parte de las empresas.

  1. Unos resultados nefastos.

Los resultados de un mercado laboral que funciona de esa manera son realmente funestos. Y explican en gran medida por qué, ante una crisis como la actual, con caídas del PIB similares e incluso inferiores a muchas de las restantes economías europeas, la tasa de paro española ha pasado del 8 al 26% (cuando el promedio europeo apenas ha superado el 12%).

Esos resultados vienen derivados, en primer lugar, de la utilización excesiva de una contratación temporal realizada en su mayor parte en fraude de ley y, por lo tanto, desregulada de facto (los contratos temporales se utilizan ignorando por completo su regulación), lo que da lugar a que se creen millones de empleos cuya duración es escasa y la rotación de trabajadores elevadísima. Según un informe muy reciente del Servicio Público de Empleo Estatal, “la media de contratos suscritos por los trabajadores contratados a lo largo del año [2014] ha sido de 2,65, la mayor de los últimos diez años; desde 2009 –que fue de 2,20- ha aumentado año tras año” (SEPE, 2005).

En segundo lugar, de unas posibilidades de utilización enormemente libres para las empresas de la fórmula del despido individual sin justificación (denominado despido improcedente)[5], lo que ha dado lugar a la realización de más de cinco millones de despidos de trabajadores con contrato indefinido desde el inicio de la crisis. Una cifra verdaderamente desmesurada que evidencia que, ante las posibilidades ofrecidas por el marco legal, las empresas privilegian el despido de sus empleados ante cualquier otra medida de ajuste.

Es decir, a la inestabilidad y mala calidad de una parte significativa del empleo creado (sin atender a la ley) a través de la contratación temporal, se le une la capacidad otorgada a las empresas para despedir legal y libremente, y sin causas ni límites, a los trabajadores con contratos indefinidos.

El segundo elemento, el despido, explica por qué la destrucción de empleo en las crisis es mayor en España que en los demás países y, consecuentemente, por qué el desempleo crece mucho más en las mismas. El primero, la utilización fraudulenta de la contratación temporal, explica por qué en el momento que se inicia una recuperación se dispara la contratación y el empleo pero este es de tan mala calidad, tan inestable y con tan pocas posibilidades de pervivencia futura.

Un comportamiento tan claramente contrario al de las restantes economías que se observa con un simple vistazo a la evolución de la productividad del trabajo. En prácticamente todos los países, ésta cae con la llegada de la crisis (porque se destruye menos empleo que lo que se contrae el PIB), mientras que en España, de forma anómala, la productividad no solo no cae sino que es el momento en que su crecimiento se acelera, como resultado de que se destruyen cifras de empleo que superan claramente la caída de la producción. Y en las etapas expansivas, sucede lo contrario. Cuando en los demás países la productividad aumenta al crecer la economía, en España se estanca, debido a que la proporción de empleo creada es tan elevada como inestable y de mala calidad.

A los dos factores anteriores, se les une la aplicación de una política de devaluación salarial que ha reforzado el hundimiento de la caída de participación de los asalariados en la renta nacional, y que se ha concentrado en el tercio de trabajadores con niveles salariales más bajos, acentuando la desigualdad en las retribuciones laborales.

Dado que la inmensa mayoría de la renta que se produce en la economía se distribuye, en primer término, entre salarios y rentas de la propiedad y de las empresas, la parte que dejan de recibir los asalariados (por pérdidas de empleo y por contracción de sus salarios) se dirige a incrementar las rentas empresariales y de capital, cuyos poseedores son capas mucho menos numerosas que las de los asalariados. Más ciudadanos, los asalariados, reciben menos renta, y menos, los perceptores de rentas de la propiedad y del capital, reciben más. A lo que se añade que dentro de los asalariados se ahondan las diferencias porque los salarios continúan mejorando entre los que más ganan y empeoran para los de retribuciones más bajas.

Todos estos elementos son los que explican, en un grado mucho mayor aún que los recortes en el gasto social y la caída de los impuestos directos, el incremento tan acusado de la desigualdad. Si la destrucción de empleo es la más intensa de la UE, y si a ello se le añade un proceso de devaluación salarial de los mayores de Europa, es claramente explicable que de ese funcionamiento laboral se derive el mayor incremento en los niveles de desigualdad de todos los países de nuestro entorno.

La mayor fuente de desigualdad en España es el mercado de trabajo (González, A. 2013), porque sus desreguladas condiciones determinan una desigualdad muy pronunciada -y agudizada en la crisis- en la distribución primaria de la renta. Desigualdad que, cuando de origen es tan intensa como en el caso español, resulta materialmente imposible corregirla más que de forma limitada por muy buenos impuestos redistributivos y potentes políticas sociales que se pongan en marcha.

Otra nefasta consecuencia del mal funcionamiento del mercado de trabajo español es el tipo de empleo que se crea. La utilización desregulada de facto, como se ha mencionado antes, de la contratación temporal, junto a la caída de los salarios más bajos, y las medidas de desregulación del empleo a tiempo parcial, estimulan la demanda de las empresas con actividades de baja productividad y escasa aportación de valor añadido que crean trabajos de baja o muy baja cualificación. Por todo ello, la creación de empleo está siendo protagonizada por empleos de mala calidad, inestables, muy mal retribuidos (hay una alta proporción de salarios de pobreza), y sin apenas perspectivas de mejora.

Los datos del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE, 2015)[6] son claramente sombríos. Las diez ocupaciones más contratadas durante el conjunto del ejercicio 2014 son, por este orden: camareros, peones agrícolas (campo), peones industriales, personal de limpieza, vendedores en comercios, peones agrícolas (jardines), peones del transporte, albañiles, pinches de cocina, y cocineros.

  1. La alternativa

Lo que se ha intentado exponer en las páginas anteriores es cómo funciona la creación de empleo bajo las premisas de una política económica y laboral neoliberal. Y lo hemos pretendido hacer a través de la experiencia y la evidencia empírica precisamente de nuestro país, en el que el mercado laboral funciona de forma muy desregulada como consecuencia de sucesivas reformas neoliberales no corregidas a lo largo de los años.

Como decíamos al comienzo, la cuestión no es que esas políticas, basadas en la desregulación laboral, no creen empleo. A corto plazo el empleo crece, aunque con condiciones degradadas y aumentando la desigualdad en la distribución de la renta[i], y cuando llegan las crisis, se destruye una inmensa cantidad de empleos, crece el paro mucho más que en ningún otro país y las desigualdades se disparan. En el largo plazo, contabilizando las expansiones y las crisis, las políticas neoliberales no son capaces de mantener niveles de empleo tan elevados como las socialdemócratas, como se puede observar en las comparaciones con los países nórdicos, y sobre todo estas, las socialdemócratas, crean empleo estable y de mayor calidad, con mejores salarios y en consecuencia con desigualdades incomparablemente menores.

Mejorar la regulación laboral, impidiendo el fraude en la contratación temporal[7], imposibilitando el despido sin justificación, y derogando las reformas que están provocando la devaluación de los salarios a través del debilitamiento de la posición de los trabajadores en la negociación colectiva y de la capacidad unilateral de los empresarios para recortar los salarios, son los elementos esenciales –aunque no los únicos- para que el empleo que se cree sea digno y de calidad (lo contrario del actual). Porque no son la regulación y el funcionamiento del mercado de trabajo los que crean el empleo, pero sí los que determinan la forma del mismo.

Pero, si el mercado laboral y su funcionamiento no son los que crean empleo, ¿qué hacer para crearlo? ¿De qué depende y hacia dónde tenemos que mirar? Utilizando aquí en broma aquel eslogan que creo que colocó Clinton en todas sus oficinas electorales durante la campaña en la que ganó sus primeras elecciones: “La economía, estúpidos, la economía”. La que crea empleo es la economía, por eso lo esencial es tener una política económica dirigida a la creación de empleo de calidad y no a continuar apoyándose en la desregulación del mercado de trabajo. Pero este ya es tema de otro artículo.

REFERENCIAS:

González, A (2013) El mercado de trabajo español, motor de la mayor desigualdad de la UE. Tiempo de Paz, nº 109 La nueva pobreza en España, verano 2013.

González, A. (2014) Qué hacer y qué no para crear empleo. El empleo como prioridad o como trampa. Argumentos Socialistas, nº9, Octubre, 2014. (http://www.argumentossocialistas.org/images/PDF/Revistas/AS09.pdf).

González, A. (2015) Mitos del mercado de trabajo español. Web de Economistas Frente a la Crisis (EFC), Febrero de 2015. (http://economistasfrentealacrisis.com/?s=los+mitos+del+mercado+de+trabajo).

OIT (2015) “Strengthening the Link between Growth and Employment”. Report prepared for the G20 Labour and Employment Ministers Meeting and Joint Meeting with G20 Finance Ministers. Ankara, Turkey, 3-4 September 2015.

Servicio Público de Empleo Estatal (2005). Informe del Mercado de Trabajo Estatal 2015, Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE).

(Consejo Económico y Social, 2013). Informe 03/2013 sobre distribución de la renta en España: desigualdad, cambios estructurales y ciclos. http://www.ces.es/documents/10180/526241/Inf0313.pdf.

[1] Antonio González González, Miembro de Economistas Frente a la Crisis (EFC). Secretario General de Empleo, 2006-2008.

[2] Es decir, la medida en la que el empleo reacciona a los crecimientos o caídas del PIB.

[3] Y lo mismo habría sucedido con la destrucción de empleo en las etapas recesivas de la economía, porque si el mercado laboral español hubiera sido más rígido la pérdida de empleos tendría que haber sido inferior.

[4] Nótese a este respecto que la elasticidad que muestra el mercado laboral español (relación entre el empleo y el PIB) asciende a un 2,01, más del doble del siguiente país con mayor elasticidad (Portugal, 0,94) y más de cinco veces superior a la media de los países de la UE (son cálculos simples sobre los datos directos del informe (OIT, 2015) “Strengthening the Link between Growth and Employment”, ya citado).

[5] En especial, desde la Ley 45/2002.

[6] Datos del Informe del SEPE ya citado.

[7] Lo cual no tiene absolutamente nada que ver con implantar un contrato único que solo disfraza y encubre el fraude, porque está pensado para que las empresas lo puedan utilizar como ahora los temporales en fraude de ley.

About Antonio González

Antonio González, economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis (EFC), fue Secretario General de Empleo en el periodo 2006 – 2008 @AntonioGnlzG

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