España, una economía resistente y dinámica
Fracasaron los augures del precipicio. No llega la hecatombe que preveían algunos analistas con lecturas muy interesadas, y que aireaban algunas formaciones políticas. Los datos de la economía española se mantienen en senda de crecimiento. Lo dicen el INE, CaixaBankResearch, Banco de España, BBVAResearch, Comisión Europea, FMI. Todos…menos esos “algunos” a los que nos referíamos. Rubrica la positividad Paolo Gentiloni, Comisario de Economía, UE: España está en mejor forma que el resto de la eurozona. El crecimiento económico en España: entorno del 2%, con control paulatino de la inflación. Trayectos que los profetas de la catástrofe no atinaban. España ha recuperado más fuelle económico que Francia, según datos de Eurostat, a partir del cierre de las Cuentas Nacionales del cuarto trimestre de 2023. No hay apocalipsis. Lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo. Se confirma una vez más. Con datos. No con percepciones ni con torturas estadísticas: con variables homologadas por las principales instituciones económicas.
¿Qué más vemos en esta economía española? Factores positivos: dinamismo del crédito, del consumo privado, del consumo público, mayor resiliencia a las subidas de precios de la energía, intenso crecimiento de la ocupación, menor inflación en contraste con la UE, relevancia del turismo, importancia de las exportaciones de servicios no turísticos, mejora de competitividad. Pero atención con estos otros: debilidad de las inversiones, endeudamiento relevante, anemia industrial, adecuación a las nuevas reglas fiscales –todavía escasamente definidas– de la UE (datos concretos: en las fuentes enunciadas más arriba).
En tal contexto, la complacencia no es buena consejera. Pero tampoco lo es anunciar las plagas de Egipto cada dos por tres: la mentira tiene las patas cortas. Sobre lo dicho más arriba, ¿qué podemos afirmar, sugerir, reflexionar? Veamos algunas claves. Dinamizar la inversión: persistir en los “activos intangibles” (tecnología, conocimiento), que no es una invención teórica, sino que viene avalada por números; seguir invirtiendo en TIC (que va en aumento desde el año 2000); analizar la productividad, que probablemente presenta dualismos (sectores con productividad alta, frente a otros con productividades débiles); seguir por la apuesta hacia la transición energética, la digitalización y los servicios sociales. Problemas: encajar esto con esas reglas fiscales que van a requerir mayor control del gasto público…a la vez que desde la misma UE se reclaman esfuerzos en asignar más recursos a las partidas que (entre otras que podrían acoplarse) hemos anotado antes. Aquí se abren posibilidades de actuaciones en política tributaria. Andreu Missé comentaba, hace poco, la publicación del libro Los ricos no pagan IRPF. Un texto firmado por dos técnicos de Gestha (poca broma). Diagnóstico: homologar nuestra fiscalidad a la media comunitaria. Estamos a 38.000 millones de euros de menores ingresos fiscales. Pensemos lo que se podría hacer con ellos, de tenerlos. En paralelo, hay quien sigue confiando en reducir la capacidad tributaria, bajando impuestos a las rentas altas. Las cifras no dan. Aprendámoslo: la importancia de lo público.
Vindicación de lo público…con datos previos
Veamos. Datos positivos de inflación general para España. De las más bajas de la Eurozona, por debajo de la de Alemania. Previsiones de instituciones internacionales: seguirá esta tendencia bajista. Un hecho que ya se está viendo, también, en Estados Unidos. La liberación de los corsés comerciales, provenientes de la guerra, hace efectiva una mejor circulación de las mercancías. Sobre todo, del gas licuado. El shock de oferta se ha ido limando con el tiempo, por fortuna. Si a ello le sumamos el tope ibérico, el resultado micro es potente: reducción en la factura energética de los hogares. Con otro dato relevante: el acopio de gas en la Eurozona llega ya al 90%, de manera que no se otean dificultades de suministro. Pero, además, como recordaba hace poco la profesora Mariana Mazzucato, en el caso de España la inflación también se ha reducido por la gratuidad del transporte público y, esencialmente, por la fiscalidad sobre los beneficios caídos del cielo a empresas energéticas oligopolísticas. Todo un acerbo de políticas públicas que demuestran una realidad innegable: la economía pública está siendo determinante para evitar serios problemas a consumidores y empresas, lo cual no quiere decir que desaparezcan. Pero la inacción o dejar que el mercado, de forma espontánea, resolviera las ecuaciones hubiera conducido a una depresión en la economía. Tal y como aconteció en el pasado más inmediato, con la crisis financiera de 2008.
Negar la relevancia del sector público y de sus gestores forma parte del acerbo ideológico de la economía y de la política más ortodoxas, menos permeable a buscar otras soluciones a los retos que se tienen. Estas encrucijadas tienen perfiles nítidos, y no son temas de futuro. Están presentes, y algunos los han negado arrinconando las aportaciones de la ciencia. El cambio climático, la emergencia energética, la digitalización, el envejecimiento de la población, factores que tienen –y tendrán todavía más– corolarios claros en los mercados de trabajo. Debates abiertos, con aluvión de datos. Igualmente, en las políticas de migración y de pensiones. No es extraño, por tanto, que instituciones financieras estén trabajando sobre estos temas, e incluso desde los bancos centrales se estimulen investigaciones que aportan datos, argumentos, modelos matemáticos, para encarar tales envites. En diferentes reuniones científicas al respecto, con presencia de representantes del Banco Central Europeo, Reserva Federal, Banco de Inglaterra, Banco de España, entre otras entidades, se ha trabajado con intensidad, a partir de documentos concretos. Con matices y diferenciaciones argumentales, se defiende en buena parte de ellos la reivindicación de que el sector público debe intervenir, en coordinación con los instrumentos de política monetaria. Aspecto relevante, a discutir, a debatir, a repensar. Tras las esperadas convulsiones electorales, se debe dar tiempo a volver, con serenidad y rigor, a esos temas. Blindarlos de la cacofonía acientífica de los ignorantes.
Impresionante análisis, imprescindinble de bajar en términos populares para que la sociedad sea consciente de lo que nos jugamos cuando votamos. Muchas gracias y un cordial saludo.