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Encuesta de Población Activa, 4º trimestre de 2020

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La lección de esta crisis: LA NORMA DEBE SER MÁS FLEXIBILIDAD INTERNA (ERTEs) EN LUGAR DE DESPIDOS

Los datos de la EPA, como los conocidos hoy, no pueden reflejar nunca la situación del instante presente, en este caso del primer trimestre del año, sino que muestran un momento pasado pero reciente del tiempo, el trimestre anterior. Sin embargo, en esta ocasión no hay factores que indiquen cambios de tendencia, por lo que estos datos ponen de relieve la situación del empleo (e indirectamente la económica) en la que estamos, en el contexto de crisis aguda determinado por la pandemia y concentrado de una forma excepcional entre el segundo y el tercer trimestre de 2020.

Una crisis que, a la vista de los datos de este cuarto trimestre, parece claro que no presenta el suficiente y deseado rebote en la actividad económica y en el empleo de magnitud suficiente como para recuperar la situación previa a la crisis de la COVID-19:

1- El mercado laboral ha tenido una evolución favorable en el cuarto trimestre, claramente mejor que la habitualmente registrada en este trimestre en los últimos años:

  • El número de ocupados aumenta en 167.400 personas, el segundo mejor dato en un cuarto trimestre tanto en términos absolutos como relativos (tras 2004). En términos desestacionalizados la variación trimestral es también elevada, del 1,29%. La tasa de empleo ha crecido cerca de cuatro décimas en solo este trimestre, alcanzado el 48,8%. Y hay que tener en cuenta que los aumentos de las personas en ERTE al principio de la crisis, como las disminuciones en los trimestres posteriores no afectan a la contabilización del empleo.

Otro dato positivo del trimestre lo constituye la favorable evolución del empleo femenino: el empleo aumenta este trimestre en 151.800 mujeres frente a solo 15.600 personas en el caso de los hombres.

  • También en el lado positivo se encuentra la evolución tanto de la población activa como del paro.

La población activa experimenta un aumento muy importante, también el segundo mayor de toda la serie: 164.300 personas en el cuarto trimestre, en su totalidad mujeres. Con lo que la tasa de actividad femenina sube ocho décimas en solo un trimestre. Y se sitúa por encima del 70% (de 16 a 64 años) y a solo ocho puntos de cerrar la brecha respecto de los hombres.

El desempleo se ha mantenido casi constante en el trimestre (registrando un leve descenso de tres mil personas), aunque con una cifra total de 3.719.800 personas desempleadas.

La tasa de paro, tras los trimestres de destrucción de empleo, parece estabilizarse en el entorno del 16-17% (16,1% en este trimestre), y es ahora 2,4 puntos más alta que antes de esta crisis, lo que aun siendo una cifra elevada es bastante inferior a la mayoría de las previsiones y se encuentra a años luz de distancia del 26% alcanzado en la crisis anterior. Un cambio de ciento ochenta grados en el comportamiento del mercado laboral español.

Aspectos ambos que demuestran la validez y la necesidad de que el ordenamiento laboral disponga de mecanismos flexibles de ajuste temporal y reducción de costes de las empresas, pero obligatoriamente alternativos a los despidos.

Una importantísima lección para los procesos de regulación laboral a acometer próximamente en el marco de las reformas del mercado de trabajo exigidas por la Unión Europea.

2- Sin embargo, en el aspecto negativo, los buenos datos de empleo de este cuarto trimestre no resultan suficientes para modificar la tendencia. De forma que se aplana y debilita la recuperación de la tasa interanual de variación del empleo, que alcanzó su momento más bajo en el segundo trimestre del año pasado, y cuya posterior recuperación y reducción de las tasas negativas viene siendo cada vez más débil (como muestra con claridad el gráfico siguiente).

Esto refleja que esa recuperación del empleo es cada vez más lenta y tiende a estabilizarse (asintóticamente) en valores negativos en el entorno del menos 3%.

Por lo tanto, el impulso del empleo no resulta suficiente como consecuencia evidente de dos factores. Primero, que el control de la pandemia (las oleadas de contagios) es insuficiente, lo que mantiene fuertes niveles de incertidumbre en el sector privado de la economía, así como un grado elevado de inactividad económica y parálisis en importantes ramas de actividad con un elevado peso en la industria y sobre todo en los servicios. Entender esto es clave: sin seguridad sanitaria no habrá recuperación de la actividad y del empleo.

Por otra parte, solo uno de cada diez ocupados (menos de dos millones) está teletrabajando, lo cual pone de manifiesto que no se está realizando el esfuerzo suficiente para evitar los contagios en la actividad productiva.

Y segundo, la insuficiencia de medidas de política económica que, estimulando la demanda, permitan una mayor recuperación de la economía. Estas medidas, que durante los pasados trimestres han sido de un carácter mucho más compensatorio que estimuladoras de la actividad, se han debilitado progresivamente en el primer aspecto sin que hayan tomado el relevo las correspondientes al estímulo y a la reactivación, que aún permanecen por el momento prácticamente inéditas.

3- Parece claro que, tras los tres trimestres de 2020 muy afectados por la pandemia, se consolida una evolución del empleo caracterizada por la concentración de las pérdidas del mismo en el de carácter asalariado, contrato indefinido y jornada completa, frente a una mayor recuperación del empleo no asalariado y del empleo temporal y a jornada parcial.

En los 12 últimos meses el número de asalariados ha disminuido en 604.600, de los cuales el empleo indefinido ha descendido en 207.500 personas y el temporal en 397.100. La proporción del empleo indefinido sobre el total de empleo asalariado perdido en un año asciende hasta el 34%. La tasa de temporalidad ha subido medio punto (46 centésimas) en un solo trimestre, hasta el 24,63% del empleo asalariado, incluso tras el mantenimiento del impulso del empleo público.

El empleo a tiempo completo se incrementa este trimestre en 23.000 personas, mientras que el empleo a tiempo parcial lo hace en 144.400. El porcentaje de personas ocupadas que trabaja a tiempo parcial asciende hasta el 14,5%. En los 12 últimos meses el empleo a tiempo completo se reduce en 476.900 personas, mientras que el empleo a tiempo parcial solo lo hace en 145.700.

Estas tendencias no muestran un positivo cambio en las características estructurales del empleo, sino el agravamiento de las negativas tendencias tradicionales.

El mejor aspecto en este sentido lo presenta el empleo público que muestra que, en general, los diferentes poderes políticos –con claras excepciones- están tomando buena nota de la necesidad de reforzar tanto la Administración como los más importantes servicios públicos, tras la evidencia de las graves consecuencias sociales y económicas de una década de fuertes recortes y debilitamiento.

Así, en los 12 últimos meses la ocupación ha disminuido en 748.400 personas en el sector privado, mientras que ha aumentado en 125.800 en el público. Mientras que el empleo del sector privado presenta una variación anual negativa de menos 4,5%, el empleo público ha crecido en ese mismo periodo un 3,9%.

Del análisis anterior, Economistas Frente a la Crisis considera necesario extraer las siguientes conclusiones:

  1. Se necesita un impulso económico inmediato para reactivar la economía y el empleo y evitar que se alargue el proceso de recuperación de los niveles anteriores a la crisis.
  2. Resulta fundamental controlar la pandemia y los contagios, así como aumentar la eficacia en el proceso de vacunación, para reducir la incertidumbre económica y los efectos depresivos sobre la actividad productiva. Al tiempo que debe intensificarse la práctica del teletrabajo y continuar mejorando la dotación de empleo público.
  3. La evidencia que hemos señalado (menor crecimiento del paro y mucha mayor preservación de los niveles de empleo que en la crisis anterior) muestra que las medidas laborales adoptadas han sido extraordinariamente positivas para reducir la pérdida agregada de rentas, la destrucción de empleo, la desaparición de empresas y para ahorrar recursos públicos, que se habrían derivado de otra forma si esas medidas de protección laboral y del empleo no se hubieran adoptado.
  4. Esas medidas, perfeccionadas y consolidadas en el ordenamiento laboral, han de constituir de forma indiscutible una de las partes esenciales de las reformas a realizar en el mercado de trabajo.
  5. La parte restante de esas reformas debe dirigirse con determinación y firmeza en la dirección de cambiar las negativas tendencias estructurales del empleo en España (mayor estabilidad laboral, menor fraude y utilización abusiva de la contratación temporal, eliminar el recurso a los despidos injustificados, aumento de la intensidad del empleo, reduciendo el recurso a los contratos a tiempo parcial), a la recuperación de la negociación colectiva, y a la eliminación de sistemas de reducción salarial que no respondan a causas objetivas y procesos acordados.

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