Análisis de los datos de la EPA del segundo trimestre de 2021
Como señalaban todos los indicadores de coyuntura, la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre del año refleja una importante recuperación del empleo, en coherencia con la experimentada por la actividad económica en este período, más intensa de lo que se esperaba hace tan solo unos meses. Este período es habitualmente favorable para el empleo, y en esta ocasión, pese a que la pandemia y sus dramáticos efectos continúan, coincide con un momento de mejora de las cifras sanitarias que propició la relajación de las medidas restrictivas adoptadas, que es lo que está determinando la evolución del mercado laboral desde febrero del pasado año. Sabemos ya que, en el tercer trimestre, la quinta ola del Covid está obligando a endurecer algunas restricciones, lo que puede traducirse en un nuevo freno al despegue, aunque parece que la situación estival puede limar este negativo impacto.
Lo cierto es que la creación de empleo se recupera a ritmo de crucero. El número de personas ocupadas se elevó en el trimestre en 354.800 personas (un 2,4%), el segundo mejor dato en un segundo trimestre, tras el logrado en 2018. En términos anuales el aumento es de 1.064.400 personas, lo que supone un 5,7% más que en el mismo trimestre del año anterior. Paralelamente, el número de personas desempleadas se ha reducido en el trimestre en 110.100 (un 3%), y en el último año en 175.900 (un 5,2%). La tasa de paro ha caído siete décimas, hasta el 15,26%.
Ambas cuestiones determinan que la población activa (la suma de personas con empleo y desempleadas) ha aumentado en el trimestre en 354.800, lo que supone el récord histórico de toda la serie, del mismo modo que hace un año la caída fue igualmente enorme (-1.060.300).
Conforme se han reducido las restricciones, buena parte de las personas que dejaron de considerarse activas por la Encuesta -porque no podían cumplir los criterios de búsqueda de empleo oficialmente establecidos- se han ido incorporando a la ocupación o a la situación efectiva de desempleo, saliendo del cómputo de inactivos. Por eso las personas inactivas en el trimestre se ha reducido en 349.100, y en el último año en 1.171.100. Es de aquí de donde se nutre esencialmente el aumento del empleo registrado. Pese a ello, sigue habiendo 913.900 personas en el trimestre que están disponibles para trabajar, pero que no han podido hacerlo, sobre todo por la situación determinada por la pandemia.
Las tasas desestacionalizadas reflejan una evolución mucho más moderada tanto de la ocupación como del desempleo, que habrían aumentado y caído, respectivamente, en un 0,8% y un -0,3% en términos trimestrales, cifras que hay que valorar aún con cautela, pero que parecen apuntar a un agotamiento de la reducción más estructural de paro.
No obstante, el conjunto de los datos refleja, como decíamos antes, una intensa recuperación del empleo en este trimestre, ratificada por el hecho de que la ocupación haya crecido en ambos sexos, en todos los grupos de edad, en todos los sectores y en todas las Comunidades Autónomas. El número de horas efectivamente trabajadas ha crecido en el trimestre en un 7,7% y en un 34,5% anual, con lo que ya sólo es inferior en un 1,4% a las realizadas en el mismo período de 2019. Son, por tanto, buenas noticias, que siempre deben ser enmarcadas en la compleja situación determinada por la pandemia, y poniendo por delante siempre la seguridad sanitaria. Recordemos que sin salud no habrá recuperación, ni puede existir bienestar alguno.
Son muchos los elementos que merecen análisis más detallado de los datos, pero merece la pena destacar dos, que ponen el acento sobre problemas estructurales del mercado laboral español que siguen vigentes, y que pueden agravarse si no se actúa.
De un lado, la recuperación del empleo parece que se está apuntalando, una vez más, sobre el de carácter temporal. Bien es cierto que el impacto de la pandemia se cebó también más sobre este, como también sucede normalmente, y más en este caso debido al positivo efecto de la expansión del uso de los ERTE para amortiguar los despidos de indefinidos. Pero no por ello deja de ser llamativa la rapidez de la vuelta a un comportamiento que, de consolidarse, repetiría una situación anómala en nuestro país. Así, mientras el empleo indefinido crece en términos anuales un 2,6%, el temporal lo ha hecho en un 19,2%, y la tasa de temporalidad ha crecido 1,3 puntos hasta el 25,1%, la más elevada desde el cuarto trimestre de 2019. Es decir, que de nuevo una de cada cuatro personas asalariadas tiene un contrato temporal.
Por otro lado, debe preocupar mucho el aumento de las personas desempleadas de larga duración, aquellos que llevan más de un año buscando en empleo. El porcentaje de desempleados que se encuentra en esta penosa situación ha pasado en el último año del 33,9% al 49%. Y aquí se encuentra el núcleo de los problemas de nuestro país para reducir de manera estructural el nivel de paro, las personas que tienen más dificultades para reencontrar un puesto de trabajo y, en caso necesario, reciclar sus cualificaciones para acceder a nuevos nichos de empleo. También está aquí la parte central de las personas en situación de riego de exclusión o pobreza, que han agotado sus prestaciones y que, tras las medidas de protección extraordinaria adoptadas en la pandemia, pueden caer en una situación de extrema dificultad económica.
Conclusiones
Desde EFC queremos poner de relieve, una vez más, que la construcción de un nuevo modelo de crecimiento más equilibrado, justo y sostenible para el país pasa necesariamente por el aumento del empleo y de su calidad. Este es determinante no solo para que las actividades sean más productivas y eficientes, sino que es la clave del bienestar de la mayoría de la población. Lo que sucede en el empleo tiene un reflejo directo e inmediato sobre la calidad de vida de los hogares, sobre los niveles de pobreza y de desigualdad y, en definitiva, sobre el nivel de desarrollo al que se aspira como sociedad.
En este sentido, debemos ser conscientes de que la pandemia ha producido una serie de cambios en el mercado laboral que hay que tener en cuenta en el diseño de las políticas económicas y de empleo que se vayan a aplicar en los próximos meses o años, bien de corto plazo (recuperación del empleo perdido o suspendido mediante los ERTE) o de más recorrido (auge del teletrabajo). Pero, sobre todo, no podemos olvidar que los problemas que arrastraba el empleo en nuestro país siguen vigentes, e incluso se han podido agravar, y que se pueden resumir en una frase: tenemos poco empleo, de baja calidad y cada vez más desigual.
Por ello, la conformación de un mercado laboral más estable, inclusivo y cualificado es condición sine qua non para que la reconstrucción económica que quiere impulsar el gobierno a través de los fondos Next Generation sea un éxito. Ello pasa por actuaciones en diversos ámbitos:
- Primero, el mantenimiento de una senda expansiva de la política económica general, que debe apostar nítidamente por el crecimiento y la cohesión en los próximos años, frente a las presiones de quienes desean un retorno de la austeridad empobrecedora de la etapa anterior, que tendría un impacto absolutamente destructivo.
- Segundo, la adopción de medidas regulatorias que erradiquen la extrema precariedad laboral existente, atacando la raíz de las disfunciones que provocan que tengamos una tasa de temporalidad muy elevada (esencialmente, el fraude en la contratación); un empleo a tiempo parcial de carácter eminentemente involuntario, convertido en un contrato precario de último recurso para las personas trabajadoras, a medida de la ultraflexibliad empresarial; una desorbitada proporción de contratos de muy corta duración (más del 25%), que alimenta una enorme rotación laboral; y una utilización perversa de nuevas empresas y formas de negocio, al servicio tan solo del dumping laboral (multiservicios, plataformas).
- Tercero, la puesta en marcha de unas Políticas Activas de Empleo dotadas financieramente de manera suficiente, estructuradas solo con los Programas de Empleo que hayan demostrado su eficacia y utilidad, que establezcan la obligatoriedad de la prestación de los servicios básicos y esenciales establecidos para personas y empresas, y que pongan el acento en la formación y orientación personalizada de la persona trabajadora (esencialmente, desempleadas, pero también ocupadas).
- Y cuarto, la recuperación de una negociación colectiva más equilibrada, alejada de la imposición empresarial que fomentó la reforma laboral de 2012, que permita a los representantes de los trabajadores y a las empresas pactar condiciones laborales adecuadas a cada sector y empresa, en especial salarios más elevados, acordes con la nueva fase expansiva que se estaría conformando y con la necesidad de reforzar el consumo de los hogares para que esta sea duradera. En este mismo sentido, desde EFC no comprendemos la dilación del Gobierno de España para subir el SMI en 2021, convirtiendo a España en una de las pocas excepciones en el contexto de la zona euro. Porque no se trata de esperar a ver si la recuperación se consolida o no para ver si es conveniente o no la revisión del SMI… sino de revisar el SMI para contribuir a que la recuperación se consolide.
Todas estas actuaciones son urgentes, y por ello, los procesos de diálogo social abiertos en estas materias tienen una relevancia extraordinaria, y a juicio de EFC deberían acelerar sus trabajos para implementar las medidas adecuadas en el menor plazo de tiempo posible.
Estoy basicamente de acuerdo con el contenido de esta exposición, y me gustaría añadir algunas reflexiones:
1) El problema del desempleo en España es estructural y viene de hace muchas décadas. Recordemos que ya en el el siglo pasado, en incluso antes, el problema del desempleo se paliaba con emigraciones masivas, primero a Iberoamérica, y después a Paises europeos, como Suiza o Alemania. España no producido casi nunca, y de forma crónica, empleos suficientes para atender a la totalidad de su población potencialmente activa.
2) Este problema no ha hecho más agravarse hasta la actualidad, y se ha incrementado sustacialmente en los últimos tiempos, por las crisis sufridas desde el año 2.008.
3) No se han atacado frontalmente muchos problemas que de haber sido abordados, podrían haber permitido paliar, de forma sensible el problema del desempleo crónico. Estoy hablando del fraude de ley de muchos contratos a tiempo parcial o temporales, ya señalado más más arriba. Pero no solo ello, podemos hablar de millones de horas extras trabajadas y no pagadas, en un claro abuso de la posición dominante de muchas empresas (no hablo de todas, por supuesto), lo cual supone un latrocinio, tanto para los trabajadores, como para las cuentas públicas de de la Seguridad Social. Estoy convencido de que atacando decididamente estos problemas, habríamos dado un gran paso para atajar el problema del desempleo crónico, en España. No olvidemos que la economía sumergida supone alrededor del 24% del PIB nacional. No es ninguna broma.
4) Por último que la situación tiende a empeorar, sobre todo con los fenómenos actuales del teletrabajo, cuyos horarios no se encuentran regulados y que suponen importantes abusos, tanto en la horas trabajadas, como en los horarios que se imponen por muchas empresas, la mayoría sin ningún tipo de control. Y además los avances tecnológicos, que deberían ser usados en beneficio de todos, se utilizan para reducir puestos de trabajo, por lo que un avance técnico y cientifico, beneficia solo a unos pocos, y no a la Sociedad en su conjunto.
En fin hace falta mucha mayor determinación de los poderes públicos, para erradicar un problema cronificado y lacerante.
[…] Fuente: Economistas Frente a la Crisis […]