Durante el pasado siglo, en tiempos de la guerra fría, eran frecuentes las críticas a las irracionalidades económicas del sistema comunista en las publicaciones del mundo occidental. Así, un reportaje de la revista semanal francesa L´Express incluyó varias fotografías sobre construcciones realizadas en la Unión Soviética, todas ellas carentes de funcionalidad (almacenes sin ventanas, edificios sin puertas). Dicho tipo de construcciones las denominaba dicha revista “monumentos soviéticos”.
En esa línea el politólogo Maurice Duverger publicó un libro denominado “Los naranjos del lago Balaton” donde se comentaba que para hacer más competitiva la agricultura de Hungría, por entonces país satélite de la Unión Soviética, se habían plantado naranjos en las orillas del lago en cuestión. En dicha localización, dada la climatología por entonces existente, resultaba evidente que tales arboles no iban a obtener unos rendimientos razonables.
Los ejemplos de decisiones políticas poco o nada racionales no han sido algo exclusivo de los países del entonces bloque soviético. En España, el marco competencial generado tras la creación de las comunidades autónomas resulta un tanto complejo (ayuntamientos, diputaciones provinciales, autonomías y administración central son las administraciones publicas existentes). El principio de descentralización es conveniente, pero no siempre conduce a mejorar la racionalidad de las decisiones políticas adoptadas.
Existen competencias en las que conviene distanciar al político respecto de los gobernados. Un ejemplo de lo anterior sucede con el urbanismo. Son abundantes los municipios con un reducido número de habitantes y que disponen de un extenso término municipal. En dichos municipios los ayuntamientos resultan fácilmente influenciables por los importantes intereses inmobiliarios existentes en España.
Es evidente que las decisiones de los ayuntamientos en materia de urbanismo requieren un control a un nivel más elevado que el del municipio. En el caso de España el control corresponde a la autonomía correspondiente. Este control parce muy mejorable. Se advierte que salen adelante decisiones urbanísticas poco racionales, como se comprueba cada vez que se produce una inundación, donde se poned e manifiesto que se ha edificado en terrenos fácilmente inundables.
El caso de la presa de Rules (Granada) es un ejemplo de una obra pública hasta ahora por completo inútil, donde el principio de descentralización no ha conducido precisamente a un resultado óptimo. Si se viaja en línea recta desde Madrid hasta el sur de España, a unos 20 kilómetros del Mar Mediterráneo, se encuentra un embalse de dimensión considerable (unos 100 hectómetros cúbicos), la presa de Rules. Al término de la construcción de la misma las obras fueron recibidas por la Administración General del Estado en mayo de 2005, promotora de las mismas, en cuya construcción gastó 235 millones de euros de aquellos años (Juan López Martos, “El agua de Rules, ¿esperanza o desengaño?, Ideal (Granada), 9 de febrero).
En 2005, bajo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se transfirió a la Junta de Andalucía, junto a otras cuencas, la competencia sobre la del rio Guadalfeo, sobre el cual se construyó la presa y cuyo cauce se sitúa por completo dentro de dicha comunidad autónoma y más precisamente dentro de la provincia de Granada. Un convenio posterior entre el gobierno central y la comunidad autónoma andaluza determinó que el Ministerio financiaría una lista de obras correspondientes a varias infraestructuras y la Junta pagaría la elaboración de los proyectos.
En la primera redacción del convenio se incluyeron las canalizaciones de la presa de Rules, cuyos ramales suponen unos cien kilómetros de conducciones. Las aguas de la presa debían de ayudar al desarrollo de las ciudades de la costa de Granada (una provincia situada entre las últimas de España en PIB por habitante), puesto que permitirían cultivar unas 10.000 hectáreas de nuevos regadíos destinados a producciones que tienen buena salida en el mercado.
Sin embargo, en posteriores modificaciones del convenio citado entre el gobierno estatal y la Junta de Andalucita las canalizaciones de la presa citada desaparecieron. Y así, tras más de quince años de la terminación de las obras de la presa, esta ofrece un soberbio paisaje estético, pero la actividad de la misma se limita al llenado y vaciado del agua embalsada, al no existir las canalizaciones. Según la militancia política de los opinantes, en unos casos se achaca la culpa del abandono de las aguas y de la presa a la Junta de Andalucita y en otros la responsabilidad se extiende al gobierno estatal.
La realidad es que cada año se tiran al mar unos 90 hectólitros cúbicos. No hay tampoco aprovechamiento hidroeléctrico de las aguas. Al derroche de recursos que supuso la construcción se une el derroche anual del agua embalsada.
Del debate no queda claro a qué administración pública corresponde la construcción de las canalizaciones, aunque la iniciativa para modificar el estado de cosas actual tiene que arrancar del gobierno autonómico. No hay noticias de que dicha situación se vaya a modificar. La presa de Rules viene a ser, pues, un “monumento soviético”, pero del siglo XXI.
El artículo da a entender que la obra se realizó recientemente cuando en realidad empezó a principios de la década de 1980.
Las conducciones para regadío no se realizaron porque el primer gobierno de José María Aznar eliminó las partidas presupuestarias para ello y para los planes de seguridad de la presa, por esto último estuvo 1 ó 2 años sin poder embalsar agua una vez terminada, como parte de los recortes presupuestarios que aplicaron nada más llegar al poder.
El artículo también olvida mencionar que el principal objetivo de la presa no era tanto proporcionar agua para regadío como controlar las brutales crecidas del río Guadalfeo, que ponían en peligro los cultivos y pueblos río abajo. Por ponerlo en contexto Salobreña era una isla en el siglo XVIII y toda la vega entre Motril y Salobreña es material arrastrado por las crecidas del Guadalfeo desde esa época.
Me da la impresión de que, razones político-económicas aparte, coexisten otras de tipo técnico para no usar el pantano para el fin que se construyó. Quiero recordar que a finales de los noventa hubo que cementar el suelo del vaso, cometido este que alargó las obras un par de años, con el consiguiente incremento del gasto. Por aquel entonces además, la UTE Auxini abandonó la construcción que fue terminada por otra empresa o unión de empresas que ahora no recuerdo.
Ignoro que habrá de cierto de una falla en el lecho del embalse que limitaría el almacenamiento proyectado para el mismo que, parece ser, fue lo que obligó a cementar el fondo del vaso. Este argumento solo lo baso en comentarios oídos a los técnicos en el barracón que servía de oficinas previó a la cementación comentada. Eso, unido a la cantidad de sedimentos arrastrados por el río y depositados en el pantano, limita su capacidad.
Lo reseñado aquí lo hago a título de curiosidad; nada de lo expuesto puedo probar.
Pero la presa aparece bien lena y solo se vacia cuando se adopta tal medida para impedir un vaciado espectacular si se deja llenar la misma.
De momento son ya varios los años en los que se está tirando agua al mar.y no parece que los problemas del fondo del vaso hayan tenido ninguna influencia.
Gracias por su aclaración, estoy de acuerdo. En realidad quería expresar mis dudas al galimatias de echar balones fuera de ambas administraciones, por no ver viable el uso óptimo del embalse y estar mareando la perdiz con las conducciones.
“ El objetivo principal de la presa de Rules era completar la regulación del Guadalfeo, que ya se había iniciado en 1977 con la presa de Béznar. En este sentido la Comisión Técnica Mixta, constituida con motivo de la ampliación de los riegos de Motril y Salobreña hasta la cota 100m., ya que nuestros pasados musulmanes se pararon en la 50m., elevó al Ministerio mi propuesta de hacer Rules para ampliar todos los regadíos de la costa granadina, puesto que los recursos totales regulados lo permitirían. Otra cuestión es que los embalses bien manejados pueden cumplir varios objetivos a la vez. Construir un embalse con el objetivo único de laminar avenidas sería hoy día un gran despilfarro..Un ejemplo aclarará la cuestión; en los años 20 del pasado siglo es construyó a las afueras de Málaga la presa del Agujero para defender la ciudad de las avenidas torrenciales del río Guadalmedina, ( el nombre lo aclara todo). Cuarenta años más tarde aguas debajo de la presa citada, se construyó otra, la del Limonero cuyo embalse era de mayor capacidad y permitía laminar las avenidas , pero conservando un volumen apreciable del agua, de excelente calidad par el abastecimiento de Málaga.”
Juan López Martos,Ingeniero de CCP, ex Consejero de Obras Publicas de la Junta de Andalucia
Gracias por la información que se aporta.
Cuando se hizo la presa, que si se terminó en 2005 es evidente que debió de iniciarse mucho antes, el objetivo esencial era el de lograr el máximo aprovechamiento de las aguas del rió Guadalfeo. En su momento, primero s años dela década de los años ochenta del pasado siglo, aparecieron numerosos estudios acerca del impacto que tendría la construcción de la presa en cuanto a aumentar la superficie regada y la oferta sobre todo de frutos subtropicales y también de cultivos bajo plástico.
No había sensación por entonces de que hubiese salidas importantes del agua respecto del cauce del Guadalfeo, ese comentario era mas propio de los años cuarenta del pasado siglo, aunque no es de descartar que en el estudio económico se incluyese dicha argumentación..
La realidad es de una fuerte inversión que apenas ha servido para nada y que cada año se pueden tirar al mar unos 90 hectolitros de agua, muy necesaria para un mayor desarrollo económico de la comarca de la Costa.
A estas alturas debería olvidarse la expresión del «agua que se tira al mar». Ese es su destino natural y parece que tirar pudiera asimilarse a desechar, abandonar, etc.
Pero si algún bien es susceptible de uso, el no uso del mismo es un desperdicio.
En condiciones normales esas aguas volverían al mar después de haber sido utilizadas. Lo que no se aprovecha se tira. El agua que ahora se tira no es el agua que iría al mar después de haber sido utilizada.