Este documento recoge la posición de Economistas Frente a la Crisis sobre algunos aspectos fundamentales para un cambio del modelo productivo.
A continuación una síntesis del documento.
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REINDUSTRIALIZAR ESPAÑA
Nuevos retos, nuevas políticas
Una propuesta de Economistas Frente a la Crisis
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Recuperar el peso del sector industrial: objetivo inaplazable
Un rasgo esencial de la economía contemporánea es que el centro de gravedad económico se ha desplazado desde una lógica productiva a una lógica financiera. Sus consecuencias son bien conocidas en España, donde la burbuja inmobiliaria ha sido un factor decisivo en la descompensación de la estructura productiva al distraer recursos esenciales al resto de la economía.
España se encuentra en el grupo de países intermedios que, primero, llegó tarde a la industrialización y, después, ha sido víctima de una desindustrialización temprana mientras se especializaba en servicios de escaso valor y en la construcción, fenómenos en ambos casos conectados por la falta de impulso de políticas adecuadas desde las instancias públicas.
Las carencias de este modelo lo han hecho claramente insostenible. Para España es un objetivo inaplazable el desarrollo de una estrategia de país que recupere peso del sector industrial e impulse un modelo económico que desarrolle productos y servicios de alto valor, con empleos de alta productividad, que aporten calidad y estabilidad donde hoy hay precariedad y temporalidad.
El impulso a la competitividad descansa, cada vez más, en factores cualitativos
En cualquier caso, nos refiramos a industria manufacturera en sectores tradicionales o a nuevas industrias, una cosa debe quedar clara: la complejidad de la economía actual altera las visiones tradicionales de la competitividad y de la productividad de los factores típicas de la economía fordista.
Solo desde planteamientos claramente ideológicos se puede justificar la simplista (y casi exclusiva) vinculación entre competitividad y precios, que apenas esconde su obsesión por centrar las actuaciones económicas en la reducción de los salarios y de los llamados CLUs (costes laborales unitarios). La experiencia española, que ha mantenido durante los últimos 15 años su cuota exportadora mientras supuestamente perdía competitividad, con sus socios europeos, es una muestra que la competitividad, hoy, es una ecuación multifactorial.
La nueva economía se caracteriza por ofrecer una proporción creciente de servicios y productos diferenciados de imposible normalización, muchos de ellos personalizados. La calidad y singularidad de esos productos, la innovación, la marca…mucho más que el precio, muestras las vías por las que hoy se gana en competitividad. Y esos son factores que se escapan a las estadísticas tradicionales de raíz fordista, solo preparadas para hacer comparaciones de precios y costes en productos estandarizados.
Se necesita un nuevo marco social que facilite el desarrollo industrial.
La competitividad no es tampoco una cuestión exclusiva e interna de las empresas. La capacidad competitiva de las naciones descansa, cada vez más, en la capacidad para desarrollar ventajas comparativas complejas que necesiten políticas públicas específicas. Y ello requiere identificar aquellos elementos que conforman la competitividad estructural de nuestro país y que son externos a las propias capacidades de nuestras empresas.
Combatir las tendencias hacia la desigualdad social es esencial para evitar un empobrecimiento de la demanda. Una estructura de consumo suficientemente compleja y sofisticada es imprescindible para conseguir la máxima diversificación de la oferta y para que la calidad, y no solo el precio, sea la variable esencial en el diseño de productos.
Es necesario revertir la consideración del trabajador como un mero coste y centrarse en su creciente contribución a la creación de valor. La llamada economía del conocimiento identifica la innovacion como un fenómeno colectivo asociado a la colaboración que rechaza cualquier modelo de relaciones laborales basado en la depreciación salarial.
Terminar con la nueva normalidad oligopolística y su corolario, la ausencia de competencia, en sectores estratégicos (energía, sector financiero, telecomunicaciones) es esencial para evitar los déficits competitivos estructurales.
Esos puntos junto a la necesidad de fortalecer el sistema de I+D+i y la de garantizar la financiación del tejido productivo, abordadas más adelante, son piezas esenciales en la competitividad estructural de España.
Impulsar una nueva diversificación productiva hacia sectores de alta productividad.
España está obligada a profundizar y sistematizar su especialización productiva para extraer lo mejor de nuestras ventajas comparativas. Y ello requiere encontrar la forma de añadir valor en los principales sectores: desde las industrias manufactureras a las de red, desde las culturales a los servicios de alto valor, desde las desaladoras a las energías renovables, desde la construcción a la sanidad o la agricultura sostenible.
Cada uno de esos subsectores, y muchos otros, puede desplegar su capacidad de actuar como multiplicadores de actividad, desarrollando su alta productividad y su facultad de innovar, pasos que exigen apostar por la mayor calidad y estabilidad de sus empleos.
En esa diversificación productiva destacan dos grandes ejes: las llamadas industrias de red y los servicios avanzados de alto valor.
- Las industrias de red tienen su origen en la privatización de la red de infraestructuras de servicio público (las llamadas utilities) que en buena medida son gestionadas en régimen regulado. Incluyen a subsectores que, conjunto, aportan cerca del 10% agregado del PIB. Es ahí donde se ubican nuestras grandes multinacionales (Telefónica, Repsol, Iberdrola, Gas Natural, Endesa, Agbar…). Vencer las resistencias oligopolísticas que existen en estos sectores es fundamental para que estas empresas jueguen un papel positivo en el desarrollo de un conjunto de subsectores entre los que se encuentran gran parte de las industrias emergentes:
Transporte. Imprescindible el desarrollo de una estrategia de intermodalidad en los principales puertos españoles, integrando el transporte de mercancías marítimo con el ferroviario
Telecomunicaciones. Exige la máxima prioridad al desarrollo de las redes y de alta velocidad (fibra óptica, 4G…) soporte de nuevos servicios tecnologicas de alto valor como audiovisual, juegos, telemedicina…
Energías renovables esencial para recuperar el liderazgo tecnológico que llegamos a tener y para mejorar nuestra eficiencia energética y el equilibrio de nuestra balanza por cuenta corriente.
Economía verde. Conjunto de subsectores que incluyen tratamiento de residuos, desalinizadoras, gestión del agua…
- La industria inteligente: Los servicios avanzados destinados a empresas aportan más del 16% en el PIB español, agrupando a subsectores de alto valor añadido que antes formaban parte de los servicios internos de las grandes y medianas empresas industriales y hoy se han externalizado. Forman parte esencial de la nueva economía de los intangibles hasta el punto que alteran la visión de sectores tradicionales asociados a baja productividad: desde una agro-ganadería cada vez más cerca de la biotecnología a la construcción, directamente conectada con la domótica y lo nuevos materiales y la suficiencia energética. Estos servicios son fundamentales para que el incremento de la productividad de la economía española este basada en la creación de valor.
Desde un punto de vista transversal, implica volcarse en dos grandes ramas:
Los conectados a la producción de conocimiento: I+D, la ingeniería, el marketing y el diseño, la logística… es decir, los que impulsan el desarrollo de operaciones centrales del actual sistema productivo.
Los volcados en la gestión de los flujos de información, en especial los conectados a la economía digital: aplicaciones, gestión inteligente de procesos, industrias creativas, etc.
Internacionalización y diversificación geográfica: una nueva inserción en la globalización.
Es necesaria una nueva conexión entre lo global y lo local para impulsar los procesos de creación de innovación, riqueza y empleo. La optimización de la creación de valor en un entorno abierto exige una doble linea de trabajo : por un lado, seguir impulsando la internacionalización de las PYMES: por otro, combinar las sinergias sectoriales de proximidad geográfica (siguiendo la lógica del cluster, muy importantes en el País Vasco, Rioja, Valencia…) con las eficiencias transversales generadas por el uso de tecnologías digitales globales y virtuales.
Mejorar la inserción de nuestra economía en la globalización requiere volcarse en las PYMES aunque aprovechando la conectividad que ya ofrece la presencia internacional relevante de las grandes corporaciones. El objetivo es doble:
– Que nuestras empresas escalen en la cadena de valor de las actividades productivas, algo que, en buena medida, está relacionado con que ocupen espacios como contratistas principales. Aprovechar, al máximo, la capacidad de arrastre de los grandes contratos y las grandes obras de referencia es un objetivo evidente.
– Que nuestras empresas diversifiquen su presencia geográfica, sin descuidar, obviamente, los mercados europeos, pero buscando una mayor integración económica con las economías emergentes y, en particular, con Asia.
Obviamente, uno y otro están conectados ya que la presencia en los mercados emergentes, que son más dinámicos, aumenta las probabilidades de escalar posiciones en la cadena de valor y las opciones de ser contratistas principales.
Impulsar un sistema de I+D+i pegado a la realidad empresarial e institucional.
España no ha encontrado hasta ahora un modelo eficiente que se inserte adecuadamente en el entramado empresarial e institucional y asegure retornos al I+D+i. Si el 47% es financiación pública y casi la mitad de esa aportación es realizada por las CCAA, las políticas públicas (qué programas, qué coordinación, qué y para quién los incentivos fiscales) deben asegurar su inserción más adecuada en las demandas que surjen del tejido productivo.
Priorizar programas muy pegados a la realidad sectorial y muy descentralizados, volcados en las PYMES, que son los que han producido los avances más significativos. Significa revertir una lógica actual que favorece un régimen de incentivos fiscales construido para favorecer a las grandes empresas. Las PYMES son, en contra de lo que se piensa, el segmento empresarial más innovador: son las de menos de 50 trabajadores, con un gasto relativo sobre PIB en innovación tecnológica del 0,23% del PIB, las que están más cerca de las alemanas (0,24%) mientras que la distancia aumenta con el tamaño.
En el ámbito regional, España cuenta con experiencias exitosas entre las que merece destacar la agencia vasca de innovación (Innovasque) y la red de institutos tecnológicos de la Comunidad Valenciana (REDIT). Las referencias internacionales que pueden servir de modelo eficiente y desntralizado son la finlandesa Agencia Tecnológica Nacional (Tekes), creada en 1983, y encargada de la reorientación productiva del país tras la caída del muro de Berlín, y la alemana Sociedad Fraunhofer, con centros esparcidos por los diversos lander alemanes.
Recuperar palancas financieras que aseguran recursos a PYMES y proyectos estratégicos.
La recuperación y modernización del tejido productivo exige resolver el problema su financiación. Y ello pasa por crear nuevas palancas financieras con un triple objetivo: por un lado, asegurar recursos de proximidad a las PYMES; asegurar la estabilidad financiera de sectores estrátegicos y, por último, financiar los programas que favorezcan la internacionalización y la innovación.
Esas palancas deben tener un carácter público si se desea influir en el modelo productivo y dar estabilidad a la política industrial.
Retener el control público de las instituciones intervenidas, singularmente Bankia, dando lugar a una red pública bancaria que configure el ICO como un verdadero banco de Inversión. Se trata de evitar los riesgos de exclusión financiera del tejido mas cercano al empleo, derivadas del hecho de que el 70% del mercado bancario quedará concentrado en tres entidades privadas, consideradas sistémicas cuyo control escapa a las instituciones del Estado.
Puesta en marcha de fondos de inversión soberanos una estrategia de carácter público que debe apalancarse con otros similares en una estrategia de fondos mutuos de inversión, para evitar los riesgo de desnacionalización y/o desmembración de empresas estratégicas, evitando que fondos buitre tomen el control de compañías tractores decisivas para el tejido productivo.
Se trata de sustituir, en parte, la laguna provocada por el desmantelamiento de las Cajas de Ahorros, instituciones que, al margen de su nefasto papel asociado a la corrupción y al ladrillo, fueron actores determinantes de política industrial, por su disposición a la financiación de proximidad a PYMES, y por el apoyo a la internacionalización de nuestras grandes empresas, participando en los nucleos duros que han estabilizado la gestión.
Economistas Frente a la Crisis
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