Gustavo Adolfo Medina Izquierdo, economista, es miembro de Economistas Frente a la Crisis
“Otra vez se oye hablar de tiempos de grandeza”
Bertold Bretch
En memoria del Profesor David Anisi
Hace ya cinco años que la entonces todopoderosa Lehman Brothers quebró y, con ella, gran parte del hasta ese momento incuestionable glamour doctrinal de aquéllos que afirmaban haber encontrado en la desregulación económica y financiera el paradigma de la recta virtud que inexorablemente conduce al fin de los ciclos y al advenimiento de una nueva era de prosperidad y crecimiento sin límite.
Aquel tsunami financiero no sólo se llevó por delante el prestigio profesional y las desproporcionadas remuneraciones -aunque sólo fuera temporalmente- de quienes hasta aquel instante eran considerados como los gurús del éxito. También la buena nueva que predicaban.
Su economía, esa economía opaca y enjundiosa de inescrutables ecuaciones y sofisticados galimatías econométricos, se tambaleó apesadumbrada y tuvo que sufrir los incesantes embates de un keynesianismo al que se suponía muerto y bien muerto porque los más ricos de entre los ricos, es decir, los más poderosos de entre los poderosos, con sus fabulosas donaciones a universidades y think tanks, habían pagado de sobra los gastos del entierro.
Pero calibraron mal. El estallido de la burbuja puso fin a la fiesta y dejó a más de uno con las vergüenzas, si es que alguna vez las tuvieron, al aire. El pobre regresó a su pobreza y los bancos, como no podía ser de otra manera, a la más exacerbada de las usuras. Y todos los Gobiernos del mal llamado mundo civilizado, sin excepciones, se encargaron de garantizar que así fuera.
Y en esas seguimos estando. Han pasado cinco años y nada ha cambiado en demasía. De aquel septiembre negro se sigue escribiendo, yo me atrevería a decir que incluso, en no pocas ocasiones, reescribiendo, muchísimo. Tanto que uno ya empieza a sentirse culpable de no haber sido consciente por aquel entonces, eso sí, a toro pasado y visto lo visto, de la envergadura del alud de malos y persistentes datos macroeconómicos que se nos venía encima.
Y mucho más cuando se lee lo que se dice y, lo que es peor, lo que algunos afirman que dijeron, y se constata con amargura que se pertenece al grupo de los pocos y desafortunados economistas que ni midieron ni supieron medir con anticipación la magnitud del problema. ¡Lástima que se hiciera oídos sordos a tantísima voz cualificada como ha ido aflorando, de forma imperceptiblemente creciente, durante estos últimos cinco años!.
Pero, para algunos de nosotros, aquel septiembre fue otro septiembre, y si bien la caída de Lehman Brothers nos divirtió por lo que tenía de simbólica, y nos espantó por lo que tenía de obscena; en ningún caso fue el acontecimiento más llamativo de un mes que ya ha quedado definitivamente incorporado a la historia.
Porque precisamente en aquel septiembre de 2008, y pocos días antes de que la abrupta realidad bursátil rebajara la calificación de gran parte del pensamiento económico a la categoría de doctrina basura, un hecho luctuoso vino a ensombrecer el comienzo del otoño. En España, muy lejos de la City, y a unos cuantos años luz de la Gran Manzana, David Anisi, uno de esos economistas a quienes es difícil clasificar porque su singularidad les hace inclasificables, fallecía inesperadamente, tan sólo unas pocas semanas después de que se le diagnosticara una terrible enfermedad.
David Anisi nos dejó y lo hizo, precisamente, en el momento más inoportuno, y a tan sólo unas horas vista del gran big bang financiero. La muerte de Anisi fue una jugarreta del destino, una autentica canallada para quien merecía haber tenido tiempo para contemplar como la bestia sin rostro contra la que había batallado intelectualmente durante toda su vida académica hincaba las rodillas, pedía clemencia y se derrumbaba en medio de un terrible estruendo mediático que nos conmovió sobremanera porque, en gran medida, algo muy íntimo nos decía que si los ricos perdían, con el tiempo nosotros perderíamos mucho más. Y así ha sido.
Pero, por aquel entonces, quienes perdimos, y mucho, fuimos todos aquellos que en las aulas, en la soledad de las bibliotecas y, en no pocas ocasiones, en los bares en compañía de una cerveza bien fría, tal y como le gustaba al propio Anisi, degustamos y diseccionamos las entrañas de la economía bajo la sabia batuta de quien con habilidad pedagógica y profunda honestidad intelectual nos enseñó, y nos sigue enseñando, a entender, e incluso a amar, los entresijos del comportamiento económico. Algo nada fácil, por otra parte.
Parafraseando a Félix Ovejero, David Anisi “sabía decir que no cuando es que no”, y probablemente si muchos de nuestros responsables políticos y financieros hubieran seguido este camino Lehman Brothers no hubiera sido nunca Lehman Brothers y septiembre no hubiera sido nunca septiembre. Pero nada de eso ha sido así, y hoy son muchos los economistas que hablan como David Anisi, y muchos más los que dicen que ya lo venían haciendo aunque, la verdad sea dicha, nadie lo recuerda.
Han pasado cinco años desde la desaparición de aquel brillante profesor y hoy David Anisi, sin que casi nadie se acuerde de David Anisi, está más presente que nunca en el debate económico. Tal vez sea porque, como él mismo explicaba, en un mundo donde el pasado está dado y no se puede cambiar y el futuro es incierto y no se puede predecir, nada, absolutamente nada, es inamovible,… ni tan siquiera los Lehman Brothers de turno, por mucho que algunos se empeñen en hacernos creer lo contrario.
David Anisi se fue pero la tozuda e indomable realidad ha dado carta de naturaleza a alguna de sus ideas. El debate está abierto y no hay que ceder, como decía el maestro Anisi, ni ante la “inevitabilidad” ni ante el “miedo”. Septiembre vendrá de nuevo pero para cuando eso ocurra esperemos, parafraseando a esa también ilustre víctima de otro septiembre, Salvador Allende, y perdóneseme la frivolidad, que haya llegado ya ese, más cercano que lejano momento en el que de nuevo se abran las grandes alamedas para que el pensamiento económico, definitivamente y sin complejos, dejé de estar al servicio de unos pocos y ayude a construir una sociedad mejor.
Gracias David. Requiem in pacem.
Gracias, gracias… Es importante la difusión de las lineas de pensamiento de los que nunca hemos creído que las cosas solo pueden ser de una manera, es decir como quieren que sean los poderosos.
Ese es y será el espíritu Anisi, el que tú indicas, o al menos así lo interpreto e intento llevar a la práctica
Necesario artículo, descubrí al profesor Anisi por casualidad, y le dediqué hace poco un pequeño homenaje en mi blog. Un verdadero maestro.
http://planetacauselo.blogspot.com.es/2013/09/david-anisi-un-verdadero-profesor.html
Enhorabuena por tu post…Y la cita muy oportuna. Un anisista más!
Mil gracias por este artículo. La estela de David estará siempre en los pasillos de la UAM, donde muchos de nosotros lo descubrimos.
Como le hubiera gustado a Anisi leer esto, y más de tu puño y letra. No me cabe la menor duda