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El capitalismo es cosa de hombres

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Destaca esta noticia que las mujeres chinas están siendo excluidas del poder político de su país, pero conviene también señalar que, hoy por hoy, son la única representación significativa en la cúspide del poder económico global.
En el gráfico se observa la distribución por países y sexo de las 500 personas más ricas del mundo, los mandamases de la economía, que en 2021 sumaban 8,4 billones de dólares, lo que supone una cifra mayor que la suma del PIB de Alemania y Reino Unido o, por poner otro ejemplo, que la producción anual conjunta de la India, Indonesia, Brasil, Pakistán, Nigeria, Bangladés, Rusia y Méjico, que suman 2.731 millones de personas.

Las mujeres entre esos 500 eran entonces 67, lo que supone el 13,4%, una representación muy baja teniendo en cuenta que son la mitad de la población mundial. Sin embargo, esa cifra es engañosa. Para conocer la responsabilidad de las mujeres en la organización y mantenimiento del sistema económico, habría que descontar aquellas que no han llegado a la cúpula por propia decisión o empeño personal, sino por haber heredado su fortuna de varones que antes aplicaron su instinto y sus sentidos a la tarea de enriquecerse. Y entonces, el porcentaje pega un notable vuelco a la baja.
Descontando las herederas cuya fortuna les vino del cielo (se puede investigar por Internet), sólo quedan 11 mujeres entre las 500 personas más ricas del mundo, lo que deja el porcentaje de mujeres en la cúpula más alta del poder económico en el 2,2%, cifra muy distinta del 13,4% aparente. Ya se puede ir concluyendo que la intervención de las mujeres para impulsar el capitalismo actual es testimonial. Pero hay más.
De las 11 únicas mujeres que por su empeño han conseguido estar en esa lista de los 500 hay 10 que son chinas. Una única mujer en el resto del mundo, británica, amasó fortuna propia con las apuestas por Internet. Esto significa que, a las claras, salvo en China, las mujeres no intervienen ni participan en la cúspide de la ambición, donde se impulsa una desigualdad extrema y creciente que es el motor de problemas mayores, como la contaminación y el cambio climático, la pobreza o la falta de justicia y libertad, por citar sólo algunos.
El sorprendente caso de China, donde las mujeres suponen el 12,7% del núcleo activo principal del poder económico frente al 0,2% en el resto del mundo, podría llevar a pensar que la intervención del Partido Comunista de China está consiguiendo mejor representación de ellas en el sistema, pero, por lo que apunta el artículo de El País citado al principio, esa mayor representación de las mujeres, probablemente fruto del entusiasmo inicial por la revolución capitalista, no se mantendrá ni crecerá en el tiempo.
Las mujeres están siendo borradas del poder político en China, pero es indudable que su gobierno, hoy por hoy, puede dar lecciones a occidente en cuanto a la representación de ellas en la cúspide del poder económico. En occidente ni se las ve ni se las espera.
El hecho de que al ascender hacia la cúpula del poder económico las mujeres vayan perdiendo progresivamente representación, también en China, lleva a una cuestión relevante. En los movimientos feministas de todo el mundo se asume que es consecuencia de los obstáculos que las mujeres encuentran por el camino, hasta el famoso techo de cristal, lo que es indudable que ocurre. Pero es significativo que, en occidente, y en países como los nórdicos, donde ellas tienen amplias libertades y mayoría en el poder político, estén desaparecidas también del núcleo duro del poder económico.
¿Es realmente que las mujeres no consiguen estar entre los amos del mundo, o tiene más peso el hecho de que no quieren estar? Vista la contundencia de la estadística me inclino por lo segundo. El campeonato por tener más que nadie o el cohete que llegue más lejos no parece que vaya con ellas. O lo que es lo mismo, una sociedad organizada por las mujeres nunca habría llegado al punto demencial de la desigualdad en que ahora estamos.
Que las consecuencias de la desigualdad extrema y creciente tienen que ver con el género masculino lo sugería hace unos meses Boris Johnson, quien, todavía primer ministro británico, explicaba que la guerra de Putin es un ejemplo del peligro del machismo instalado en la cúpula del poder. Sobre Mohamed Bin Salman, a quien todos cortejan ahora, Erdogan, Bolsonaro, su amigo Donald Trump o de él mismo, no comento. Tampoco de la foto de familia de la cumbre de la OTAN en la que estuvo poco después, donde habría encontrado nueva fuente de inspiración. Pero hay que reconocer que Johnson acertó por dónde van los tiros y las bombas.
Putin es una de las personas más ricas del mundo y Rusia, a enorme distancia del resto, el estado más desigual. No es casualidad. Tampoco que los guardianes del orden capitalista en China, borrachos de poder económico, quieran monopolizar también el poder político. En occidente, el poder político mantiene las formas, pero el pálpito del capitalismo actual, en todas partes, es cosa de hombres.

About Luis Molina Temboury

Economista especializado en el análisis estadístico de la desigualdad. Convencido de que para revertir la escalada de la desigualdad extrema tendremos que acordar un límite al patrimonio. Cuanto antes mejor. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

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