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EPA, Tercer Trimestre de 2021

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El empleo registra un crecimiento fuerte y sostenido, habiendo superado los niveles anteriores a la pandemia…

…pero, a falta de unas reformas que no llegan, se mantienen los graves problemas estructurales.

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 Los datos de la EPA del tercer trimestre ponen de manifiesto una evolución muy positiva del mercado de trabajo en la mayor parte de sus variables.

El empleo crece con fuerza

Tras las dudas generadas por la Contabilidad Nacional del segundo trimestre, la EPA del tercero, a través del empleo, viene a confirmar, en primer lugar, la solidez recuperación económica.

El empleo crece a una tasa anual del 4,5%, lo que supone un incremento de más de 850.000 personas en los últimos doce meses.

Se superan ya los niveles previos a la pandemia, y se alcanza el umbral de los 20 millones de ocupados, algo que no se lograba desde antes de la crisis financiera de 2008, si bien el contexto de la economía española era entonces muy diferente del actual, porque venía marcado por la burbuja inmobiliaria y la debilidad generada por el crecimiento desmedido de la construcción.

Todo ello ha venido impulsado por un ascenso verdaderamente importante del empleo en este tercer trimestre. Más de 350.000 personas y una tasa de crecimiento, descontados los efectos estacionales propios de esta época del año, de un 1,3%. Una cifra que muestra una aceleración respecto a los dos trimestres anteriores y una fortaleza superior a las registradas antes de la pandemia.

Por otro lado, la composición del crecimiento del empleo también muestra un considerable impulso del sector privado, lo que muestra que se están poniendo unas buenas bases del crecimiento del empleo en esta fase de recuperación.

Dos aspectos positivos más los constituye la intensidad del aumento del empleo entre las mujeres, que prácticamente duplica la tasa interanual de los hombres, y la de las personas más jóvenes, que presentan tanto crecimientos altísimos en volumen como tasas de crecimiento que, en términos interanuales, superan el 25%.

En el aspecto claramente negativo destaca, no obstante, la inestabilidad del empleo creado que bascula nítidamente sobre los contratos temporales. Ya se ha recuperado la totalidad (y un poco más) del empleo asalariado perdido durante la pandemia. Pero dos de cada tres de esos empleos ‘recuperados’ son temporales. Una vez más hay que reiterar el comportamiento estructuralmente anómalo en este sentido del empleo en España.

La tasa de temporalidad solo se reduce en España con la destrucción de empleo durante las crisis, debido a la volatilidad que incorpora. Lo que evidencia que no son el componente estacional ni la naturaleza temporal de la actividad los que en gran medida determinan la alta tasa de temporalidad, sino la intensiva vocación por el abuso y el fraude de los contratos temporales como mecanismo de ajuste -fuera de la normativa- de una parte del tejido empresarial.

La reiteración, una vez más, de estos comportamientos, que apenas producen alguna aportación positiva en términos de creación de empleo (precisamente por su inestabilidad en el ciclo y su rotación laboral), ocasiona importantes costes para la economía (en términos de capital humano, productividad y segmentación laboral), para las empresas y para las familias, y resultan antagónicos con los repetidos objetivos de digitalización, cambio productivo y reducción de las desigualdades (de género y de todo tipo).

De continuar en esta dirección (atención a la pendiente de la curva: ha subido ya cerca de cuatro puntos en cinco trimestres), la tasa de temporalidad alcanzará muy pronto los niveles inaceptablemente altos del pasado reciente.

El impulso del empleo ha permitido reducir el paro, aumentando la población activa

En efecto, la intensidad de la creación de empleo ha permitido registrar una reducción del paro en términos netos de 127.000 personas en el trimestre, tres veces más por cierto mujeres que hombres, y en su mayoría personas que perdieron el empleo durante los dos primeros trimestres de la pandemia.

El flujo de personas que sale del desempleo supera con intensidad al contrario, mejorando los datos registrados incluso en 2019. Y en términos desestacionalizados, el desempleo recupera el ritmo de reducción previo a la pandemia.

La tasa de paro ha bajado 0,7 puntos solo en este trimestre y 1,7 puntos en los últimos doce meses. El limitado aumento de la tasa de paro en esta crisis, respecto a las anteriores (en las que las medidas laborales fueron opuestas: frente a la protección del empleo en esta, en la anterior, por ejemplo, se redujo absurdamente en ese momento el coste del despido), ha permitido que ya apenas iniciado el proceso de recuperación se sitúe en el 14,6% (13% en el caso de los hombres).

Las perspectivas de una intensa reducción del paro existen. Pero, casi tan importante como esto, es que se registra un fuerte crecimiento de la población activa, de la fuerza de trabajo y con ello del crecimiento potencial de nuestra economía.

La población activa ha crecido en 232.000 personas en el trimestre, rozando en total los 23 millones y medio de personas.

Conclusiones de EFC

  1. El fuerte crecimiento del empleo registrado este trimestre viene a mostrar que, finalmente, se ha consolidado el repunte y reactivación de la actividad económica.

Esto resulta tanto más importante cuanto que se puede estimar que aún no se pueden percibir los efectos de los Fondos europeos debido a que el tiempo transcurrido es insuficiente. Lo que quiere decir que el impulso al empleo que provendrá de los mismos mantendrá en el tiempo la intensidad de la creación de empleo y la consiguiente reducción de la tasa de paro.

  1. Sin embargo, este impulso debería venir acompañado de importantes reformas en el mercado laboral, las más importantes –aunque mucho menos las únicas- deben superar rápidamente la segmentación laboral, terminando con el abuso de los contratos temporales y con su uso frecuentemente fraudulento.

En este sentido, resulta muy preocupante que se titubee y se dude acerca de la necesidad y del carácter y orientación de las reformas. Así como que la temporalidad estructural se vea acompañada por justificaciones tradicionales de la misma que también parecen convertirse en estructurales en España, y que pueden dar al traste con las tan imprescindibles reformas. Debe haber un compromiso real y público del Ministerio de Economía con la superación de los problemas laborales, y no la intención de hacer reformas cosméticas que dejen las cosas como están.

El momento para cambiar el trasnochado marco laboral y superar esos problemas es este, cuando la coyuntura del empleo es más favorable, y cuando se corre el riesgo de que la permanencia de ese marco laboral merme considerablemente los efectos productivos positivos que han de tener los fondos europeos, y lo que es peor, que se mantengan injustificadamente altas tasa de temporalidad que nos aboquen a fuertes ajustes y destrucciones de empleo cuando al cabo de un tiempo se registre un subsiguiente cambio en el ciclo económico.

La Comisión Europea debe ser, a juicio de EFC, garante de esas reformas, y no lo contrario. En la reciente visita a España del comisario Gentiloni, algunas de sus declaraciones siembran dudas acerca de la convicción de la Comisión sobre la profundidad de las reformas, lo que desestimula a quien ya se opone a las mismas.

Indicaciones como ‘no perjudicar el dinamismo del empleo’, o ‘encontrar un equilibrio entre flexibilidad y seguridad’, o ‘que las reformas sean pactadas’ (es decir, que gusten a todas las partes, para lo cual poco han de cambiar), apuntan a un bajo nivel de comprensión de los problemas de funcionamiento del mercado laboral español, así como alguna confusión conceptual (el fraude en los contratos temporales no es ni puede ser nunca flexibilidad) y, peor aún, parecen recomendar un bajo nivel de ambición en las reformas para contentar a quienes pretenden que nada se cambie.

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