Por qué no debe usted votar al PP

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Tras haber publicado un artículo en el que criticaba a la ultraderecha por utilizar sentimientos negativos, emociones dañinas o bajos instintos para alcanzar sus fines, puede parecer taimado el título de este otro, que presenta como deberes ajenos una simple opinión, pero, si usted tenía pensado votar al PP, déjeme que le explique por qué no debe hacerlo, y que me dirija a usted personalmente para que la tarea me resulte más fácil.

Quiero aclararle primero que no voy a juzgar que usted quiera votar al PP porque crea que en cuestiones de moral se ha llegado demasiado lejos, porque le moleste que las feministas tengan tanta exposición, porque usted piense que hay que aplicar mano dura contra los independentistas, porque entienda que el Estado interviene demasiado en nuestras vidas, porque su prioridad sea pagar menos impuestos, porque la corrupción le parezca un inevitable mal menor, porque en su ciudad o en su pueblo los representantes de ese partido sean gestores más eficaces o porque le guste disfrutar de la caza y la fiesta taurina. Sobre todas esas cuestiones podría no compartir su punto de vista, pero no se me ocurriría sugerirle que “no debe” votar al PP por ello. Tampoco si usted quisiera votar a Feijóo porque le cae mejor que otros, pues su intuición podría estar bien enfocada por puro azar y ser favorable a todos.

Haciendo un gran esfuerzo, ni siquiera le voy a decir que no debe votar al PP porque entre sus filas haya gente que defiende a Franco y su régimen, porque algunos de los líderes que ganaron la guerra contra el fascismo o hicieron la revolución exhibieron un perfil igualmente abyecto. Me estoy refiriendo a personajes como Stalin, no digamos de las andanzas de Mao, a los que algunos a izquierda siguen adorando. A mí me parece que la política del “y tú más” es poco constructiva, que los canallas son siempre despreciables, estén en el bando que estén, y que por oponerse a unos nunca debiéramos glorificar a otros, pero ya le digo que tampoco voy a valorar la inclinación de sus sentimientos, aunque estén elaborados en negativo. No voy a aconsejarle votar a quien le dé la gana desde un punto de vista ideológico o moral.

Como usted podía sospechar, siendo esta página web sobre economía, la demostración del título será sobre cuestiones materiales, sobre las cosas del comer, vaya, sobre el beneficio suyo y el del resto de los españoles. El motivo por el que no debe usted votar al PP es porque, objetivamente, subrayo esto, objetivamente, votar a ese partido sería contrario a sus intereses materiales, a los de su familia y allegados y a los de todos sus compatriotas.

Para demostrar lo anterior, me será inevitable comentar algunos éxitos del Gobierno de Sánchez, que resumía en el citado artículo, porque, analizando la lista de problemas resueltos y la evolución de los que quedan por resolver, ha superado con sobresaliente la legislatura, pero, para no entrar en una cansina relación detallada, le explicaré lo del título en forma objetiva con un solo gráfico. Con datos estadísticos oficiales y exponiendo en detalle la metodología, eso sí, para que usted pueda verificar, en estos tiempos de bulos y redes sociales, que no hay trampa ni cartón. Vamos allá.

Los economistas tenemos como principal medidor del progreso económico el Producto Interior Bruto. El PIB es un medidor muy basto que se utiliza básicamente para medir cuánto crece la producción de un país, sin tener en cuenta el reparto, la calidad del crecimiento, la propiedad del capital, el estado de los recursos, la destrucción de la naturaleza… pero, como hay que abreviar, para este artículo el PIB nos viene bien.

Tengamos sobre todo en cuenta que el PIB está influido por factores internos y también externos, por estar en un mercado capitalista globalizado. O sea, que no podríamos decir a priori que la política económica de un partido político hubiese sido mejor que la de otro porque bajo su gobierno el PIB hubiese crecido más, pues esto podría no ser mérito propio.

También podría ser que el gobierno en análisis hubiese padecido una crisis gestada largos años atrás -como la de la burbuja financiero-inmobiliaria de 2008, que comenzó con el Gobierno Aznar del “España va bien”, que le estalló al Gobierno Zapatero y que siguió asumiendo el Gobierno Rajoy- o una crisis aguda e inesperada, como la provocada por la pandemia de la COVID-19, en la que el PIB registraría pésimas cifras aunque la política económica hubiese sido excelente. O sea, que para no empezar a repartir triunfos y fracasos antes de tiempo hay que salvar el escollo del escenario, pero verá que eso se puede hacer fácilmente hasta llegar a un único medidor objetivo como argumento.

Para conseguirlo, podemos observar otra variable, íntimamente relacionada con el PIB, que nos indique si, cualquiera que sea la situación, de crisis o de bonanza, ambas variables tienen mejores o peores registros relativos con un gobierno o con otro. Para ese fin elegimos la que podría ser la más importante del mercado laboral: el empleo. Hay otras igualmente relevantes, como el paro, porque al estar en un modelo abierto y temporal el empleo podría crecer y, sin embargo, el paro bajar menos o incluso subir, por migraciones del exterior o por la evolución de la pirámide demográfica, factores favorables o desfavorables según el contexto.

También habría que observar el poder adquisitivo de los salarios y la calidad del empleo que se pueda crear, porque los trabajadores podrían no llegar a fin de mes y/o estar en situación laboral precaria, lo que ocurrió abundantemente durante el Gobierno Rajoy por la reforma laboral y la política económica que aplicó. Pero, a pesar de estos importantes matices, la evolución del empleo es un buen indicador del desempeño de la política económica en España, porque, arrastrando una tasa de paro crónicamente alta desde decenios atrás, siempre es positivo que suba el empleo.

Con esas dos importantes variables de análisis, el PIB y el empleo, podemos observar su evolución simultánea simplemente restando una de otra. Concretamente restaremos lo que haya crecido la economía de lo que haya crecido el empleo, y así podremos observar si el empleo ha crecido más o menos que el PIB en cada legislatura. Eso es lo que significan las curvas del gráfico al que vamos llegando.

Examinaremos la evolución de ese indicador representativo de la evolución del empleo respecto al PIB tomando como referencia el trimestre de la toma de posesión de cada gobierno, el de Rajoy y el de Sánchez. Ello se consigue considerando como base 100 esas fechas, que serán trimestres, ya que la EPA y la Contabilidad Nacional del INE, de donde se han extraído los datos, que puede consultar en este enlace y en este otro, son trimestrales (la serie utilizada del PIB es la de volumen encadenado con datos ajustados de estacionalidad y calendario). Así pues, la serie del Gobierno Rajoy arranca el primer trimestre de 2012 hasta el segundo de 2018, y la de Sánchez en el tercer trimestre de 2018 hasta el primero de 2023, el último publicado a fecha de hoy. La serie de Rajoy abarca, por tanto, 26 trimestres y la de Sánchez 19.

Et voilà! ya tenemos en un solo gráfico y con solo un par de líneas el comportamiento conjunto de la política económica y laboral de la legislatura Rajoy versus la de Sánchez. Si a usted le parece un embrollo estadístico lo anterior, no se preocupe, que intuitivamente en el gráfico se observa bien el resultado. Simplemente estamos comparando, sin trampas, el desempeño de ambos gobiernos a través de dos indicadores económicos cruciales (el PIB y el empleo), integrados en una sola variable, para deducir cuál de ellos lo hizo mejor. Veamos.

Durante los tres primeros trimestres del Gobierno Rajoy (la línea azul), en 2012, el empleo estuvo creciendo más que el PIB (en realidad ambos estaban cayendo, pero lo que nos interesa es observar la relación entre uno y otro). Se venía del Gobierno Zapatero, cuando tras la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria en 2008, germinada un decenio atrás en tiempos de Aznar, se destruyó empleo a mansalva. Con Rajoy, la destrucción de empleo continuó y la caída del PIB siguió hasta el comienzo de la recuperación, que se puede situar en el primer trimestre de 2014, ocho trimestres después de la toma de posesión de su Gobierno.

Es perfectamente visible en la línea azul que la peor evolución del empleo respecto al PIB -en negativo y por debajo de la línea horizontal que indica el cero, o sea, la igualdad de crecimiento de ambas magnitudes- no fue algo puntual del Gobierno Rajoy, sino una tendencia persistente, en momentos de crisis o de bonanza, y fruto, por tanto, de una determinada política económica y laboral. Las olas de la línea representan una creciente temporalidad del empleo, que se destruía sistemáticamente al acabar la temporada turística.

Veamos ahora lo que ocurrió durante el Gobierno de Sánchez (la línea roja del gráfico). También es perfectamente visible que durante su mandato se rompe la inercia anterior. El empleo comienza a comportarse mejor respecto al PIB para, a partir del quinto trimestre de su Gobierno, el tercero de 2019, ponerse en positivo. Es decir, que el mantra del Gobierno anterior, que sostenía que en España solo se podía crear empleo por debajo del crecimiento del PIB, era falso de toda falsedad, para descrédito de los expertos predicadores de tal cosa y celebración del resto de los españoles. Se podía aplicar una política mejor y Rajoy no lo hizo.

En la línea roja del Gobierno Sánchez destaca el salto impresionante que se produce en los trimestres 7 y 8, que viene a coincidir con el confinamiento total por la pandemia en el primero y segundo trimestres de 2020. La interpretación es meridiana. Al evitar el despido de los trabajadores afectados por la paralización de la economía aplicando el recurso paliativo de los ERTE, el empleo cayó muchísimo menos que el PIB. En el primer trimestre de 2020 el PIB había caído un 3,4% respecto a su nivel al inicio de la legislatura, estando el empleo todavía ocho décimas por encima, con lo que la diferencia entre ambos fue de 4,2 puntos positivos. En el segundo trimestre de 2020, lo más duro del confinamiento total, esa caída del PIB llegó a alcanzar el 20,7%, pero el empleo “solo” cayó un 4,7%, con una diferencia, por tanto, de 16 puntos porcentuales en positivo a favor del empleo. Si la dinámica hubiese sido la habitual del Gobierno Rajoy, de una mayor caída del empleo que del PIB, el hundimiento del primero habría convertido a España en una nueva Grecia, con heridas difícilmente recuperables en décadas. Hay que decir, por tanto, a las claras y sin complejos, cualquiera que sea la ideología de cada uno, que el Gobierno de coalición de Sánchez evitó un desastre mayúsculo con sus políticas durante la pandemia.

Pero, como se observa en la línea roja, el espectacular desempeño del Gobierno de coalición durante la pandemia no fue que sonara la flauta por casualidad, sino un enfoque político exitoso que se mantuvo toda la legislatura. En trimestres sucesivos el empleo fue absorbiendo los ERTE, con o sin estado de alarma, y desde entonces, antes o después de la crisis de suministros post COVID, de la llegada de los fondos europeos o de la nueva crisis por la guerra en Ucrania, el empleo ha tenido un comportamiento siempre mucho más positivo que el PIB, en diferencia abismal con las continuadas tasas negativas del mandato Rajoy.

Así que ya podemos concluir y afirmar, con datos objetivos, método neutral y sin lugar a dudas, que la política económica y laboral de Calviño y Díaz durante el Gobierno de coalición de Sánchez ha sido llamativamente mejor que la desarrollada por De Guindos y Báñez durante el Gobierno Rajoy.

A esa incontestable ventaja cuantitativa del Gobierno de coalición habría que sumar factores cualitativos importantes en el mercado laboral, como que la tasa de temporalidad del empleo, un estigma español durante décadas, ya es similar a la de nuestros socios europeos de referencia, que el empleo que se está creando es de mejor calidad y mayor en sectores estratégicos, que las pensiones no pierden poder adquisitivo por ley habiendo resuelto su financiación ante Bruselas, que los salarios más bajos han tenido muy notable subida aliviando a las familias más vulnerables o que éstas perciben ayudas imprescindibles que antes no podían ni soñar.

Analizar lo ocurrido en el pasado proporciona las mejores pistas para vislumbrar la política del futuro y evitar un retroceso, pero hay otros indicios que aconsejan poner en cuarentena la opción de votar, ahora, al partido comandado por Feijóo.

Frente a la ventaja objetiva de la política económica y laboral del Gobierno de coalición respecto a la anterior de Rajoy, la lista Feijóo denuncia como fracasos las altas tasas de paro, déficit y deuda pública, una elevada inflación o una más lenta recuperación del PIB que la de otros socios comunitarios. El problema es que Feijóo elude cuestiones cruciales, como que hemos tenido una pandemia y ahora tenemos una guerra en Europa, que las tres tasas están registrando una notable mejora, que cuando el PP gobernó las tasas de paro y déficit estuvieron muchísimo peor, que la escalada de precios no es producto de Sánchez sino de una crisis global de suministros por la pandemia y la guerra, que España está obteniendo resultados comparativos excelentes en el control de la inflación y que un modelo fundamentado en el turismo que promovió el propio PP provocó una caída mayor del PIB en la pandemia y viene ahora demorando un crecimiento, también excelente, que sería todavía mayor sin crisis ajenas.

El PP se ha opuesto sistemáticamente a la revalorización de las pensiones con el IPC y a todas las subidas del salario mínimo, políticas que han sido fundamentales para avanzar en justicia social, pero también para sostener el consumo en una situación de grave crisis. El PP ha maniobrado en Bruselas contra los intereses de España intentado boicotear los fondos europeos dirigidos a nuestro país. Y el PP intentó tumbar la reforma laboral pactada entre los agentes sociales con la ayuda de dos tránsfugas de UPN y tiene presentado un recurso en contra de su aprobación por carambola ante el Tribunal Constitucional. Ahora que la reforma está cosechando unos resultados extraordinarios y para no oponerse a la patronal, parece que Feijóo intenta recular, pero, por si alguien dudase de que pretende una vuelta a la fracasada política anterior, ha rescatado a Fátima Báñez, Escolano y Piqué y anda cortejando a De Guindos, lo que, a la vista del gráfico, aventura el retroceso que sufriría nuestro país si llegase a gobernar.

El argumento económico principal del PP de Feijóo viene siendo bajar los impuestos a todos, también a los que más tienen, pero esto supone una enorme contradicción cuando se denuncia en paralelo que hay que rebajar cuanto antes el déficit y la deuda pública. Y es, además, un alarde de irresponsabilidad en un país de baja presión fiscal, escandalosa falta de progresividad, necesidades grandiosas en materia de protección social e incuestionables carencias de amplias capas de la población, agravadas por ser niños los más afectados, como herencia también de las políticas de austeridad con los de abajo, con crisis o sin ella, del Gobierno Rajoy.

Feijóo defiende que bajando los impuestos se recauda más, pero esto es un mito neoliberal insostenible en estos tiempos. Si lo defiende por ignorancia o porque le han asesorado mal, hay que saber que, si Feijóo llegara a gobernar, subiría los impuestos para no ver mermada la recaudación, exactamente lo que hizo el Gobierno Rajoy. Pero si sabe que esa pretensión no es más que una quimera sería todavía más grave, porque estaría mintiendo deliberadamente a los españoles como táctica electoral.

Otro detalle está en el aire, aunque en el PP intenten esquivar el asunto a toda costa: Feijóo no sabe defenderse en inglés. Esto no es cosa menor sino mayor, que diría su camarada de lagunas Rajoy. Pretender representar a España ante los líderes mundiales, y sobre todo europeos, en plena presidencia española de la UE, con un intérprete al lado hasta para comentar del tiempo tomándose un canapé, es un extraño fenómeno que España no debiera permitirse otra vez. Los políticos que aspiren a gobernar España deben saber al menos inglés, o bien dedicarse a otra cosa.

Hay más. Las prisas por enterrar el escándalo mascarillas de Ayuso y el súbito desuello político del denunciante Casado provocaron la urgente proclamación de un político de discreto perfil que debía contentar a todos, Feijóo. Pero esa supuesta discreción ha ido tornándose en un desacomplejado antisanchismo que ha dado buenos réditos en Madrid pero que es peligroso, porque al PP le queda muy lejos la mayoría que pretende a escala nacional. Alimentar una crítica salvaje y gratuita al sanchismo, compartiendo el discurso de confrontación populista de VOX, sin entrar al debate de las políticas, para terminar aupando a la ultraderecha hasta la cúspide de las instituciones del Estado, sería un verdadero desastre. Con el peligro añadido de que, gobernando con VOX, el pez chico, experto nadador en aguas turbias, acabará devorando al gigante aprendiz, y a la vuelta de una legislatura el PP será ya un partido marginal. Lo hemos visto en otros países con otras formaciones liberales y conservadoras.

Feijóo nos ofrece poco más que su fe inquebrantable, y la solicitud de la nuestra, en que con él a los mandos todo irá fenomenal, pero el análisis objetivo del pasado y unos antecedentes mediocres tirando a malos, indican que si consiguiera dar el salto y aplicase, como pretende, la anterior política del PP, a los españoles nos iría seguro peor. Así que al PP le conviene aguantar unos años en la oposición para encontrar un líder menos “discreto”, sin miedo a debatir, con idiomas, alejado del populismo extremo, con un rumbo más sensato y un proyecto económico fundamentado, para llegar a mejor puerto que un retroceso garantizado hacia políticas fracasadas con una extrema derecha vocinglera en las instituciones.

Si a pesar de todos esos resultados objetivos favorables al Gobierno de coalición y al perfil del candidato actual del PP usted prefiere alimentar sus fobias a independentistas, inmigrantes, no heterosexuales, feministas, abortistas, comunistas o progres, créame que esos sentimientos negativos no le conducirán a nada inteligente ni constructivo, porque sus enemigos afectados no atenderán sus ansias de orden más que en sentido contrario, por oposición, lo que tendría efectos contraproducentes, y, sobre todo, porque a los españoles no les conviene transitar por una senda económica peor pudiendo hacerlo por otra mejor. A usted tampoco, aunque sea rico, viva de rentas no relacionadas con el empleo y no le subiesen tanto los impuestos, porque su exiguo beneficio particular tendría enfrente un enorme perjuicio colectivo que tendría que afrontar personalmente de una forma o de otra, seguro.

Por tanto, recuerde el gráfico, si en algo estima a su país no vote al PP. Evitará el retorno a una política económica y laboral que se ha demostrado peor. Y si en algo estima al PP, tampoco le vote esta vez, porque impedir que gobierne con VOX, lo que a las claras tiene previsto Feijóo, es la mejor garantía de supervivencia del partido conservador.

Hágase un favor a sí mismo, y de paso a los demás, y no vote al actual PP de Feijóo. El futuro de todos los españoles, el de usted y sus allegados también, será mejor.

About Luis Molina Temboury

Economista especializado en el análisis estadístico de la desigualdad. Convencido de que para revertir la escalada de la desigualdad extrema tendremos que acordar un límite al patrimonio. Cuanto antes mejor. Miembro de Economistas Frente a la Crisis

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