Proteger el empleo y fomentar su estabilidad, claves para superar las dificultades actuales
La Encuesta de Población Activa del primer trimestre del año ofrece datos en el entorno de lo que suele ser normal en los primeros trimestres del año y en contexto expansivos, tanto en términos cuantitativos como, sobre todo, cualitativos, aunque muy afectada por los factores estacionales de la evolución económica.
De un lado, se han reducido las personas ocupadas y han aumentado las desempleadas; pero este es un resultado habitual en los primeros trimestres, malo para el empleo debido al descenso de la actividad que implica la conclusión del período navideño y a la ausencia de fases o acontecimientos que supongan un especial tirón para la economía. En términos absolutos, este año la caída del empleo ha sido de 100.200 personas, 37.300 menos que en 2021, y también algo mejor que la media en la etapa expansiva de 2014 a 2019 (-108.500).
Por su parte, el número de personas desempleadas aumenta en 70.900. Aunque la reducción del pasado año (-65.900) fue algo excepcional en un primer trimestre, lo cierto es que el incremento conocido hoy es también bastante superior a la media en el mismo período de 2014-2019 (22.050). La tasa de paro aumenta 3 décimas, hasta el 13,65%. Destaca negativamente el repunte del número de hogares con todos sus miembros en situación de paro, 29.000 más, con lo que continúan estando por encima del millón (1.052.900).
Si se observa lo sucedido en términos anuales, la creación de empleo se acelera del 4,4% al 4,6%, lo que supone una muy elevada tasa de aumento, que confirma que la economía, al menos hasta el impacto de la invasión rusa de Ucrania, seguía instalada en una senda sólida de crecimiento de la actividad y el empleo.
Como se decía arriba, hay en toda esta evolución un efecto muy relevante de las actividades estacionales. Las tasas que ofrece la EPA corrigiendo esta estacionalidad muestran que efectivamente el empleo sigue creciendo y el desempleo reduciéndose, pero en ambos casos se desacelera su ritmo: en el caso del empleo, del 1,2% al 1,1% trimestral, y en el del paro de manera mucho más intensa, del 6,3% al 0,9%.
Como siempre en los primeros trimestres, el empleo a jornada completa ha caído, en esta ocasión en mientras en 171.500 personas, mientras que el de jornada parcial ha crecido en 71.300 personas, un resultado especialmente destacable. Con ello, la tasa de parcialidad total del empleo se sitúa en el 14%, en el entorno del que viene constatándose en los dos últimos años.
Cabe destacar que la casi totalidad de la caída del empleo se ha producido en el sector privado (-92.900), mientras que en el público lo ha hecho de manera muy reducida (-7.400). Resulta crucial poner en valor el papel del empleo en el sector público, que sustenta los servicios esenciales que están resultando fundamentales desde el inicio de la pandemia. Ello requiere de ingresos públicos suficientes y políticas coherentes. En todo caso, el crecimiento del empleo privado en términos anuales está siendo muy superior al del público (5,1% frente a 2,1%).
Especial expectación existía para ver si la EPA recogía también la mejora de la estabilidad del empleo que han ido mostrando otras estadísticas de coyuntura, como la contratación registrada en los Servicios Públicos de Empleo y los ocupados afiliados a la Seguridad Social. En ambos casos los datos han ido reflejando claramente un aumento muy importante del peso de la contratación indefinida sobre el total, a pesar de que las medidas referidas a las modalidades contractuales que se han introducido en la reforma laboral no habían entrado en vigor aún (lo hicieron el 1 de abril).
Así, la contratación indefinida ha ido ganando peso mes tras mes en 2022, pasando de un 10,3% en diciembre de 2021 a un 30,7% en marzo de 2022, una cifra realmente llamativa, la más elevada con mucho de toda la serie histórica. Esta evolución se está traduciendo también en las personas afiliadas ocupadas, de modo que las que poseen contrato indefinido aumentan en el conjunto del trimestre un 6,9%, por encina de las que tienen contrato temporal, que lo hacen un 2,3%.
Pues bien, efectivamente se constata una mejoría de la estabilidad del empleo, pero de una dimensión no mucho más intensa de la que se suele registrar en los primeros trimestres, en los que habitualmente se destruye empleo temporal y crece el indefinido. En esta ocasión el primero cae en 209.900, y el segundo aumenta en 164.000, una cifra muy notable. El resultado es un descenso de la tasa de temporalidad de 1,2 puntos, situándose en el 24,1%.
Tasa de temporalidad del empleo
Fuente: EFC a partir de EPA. INE
En definitiva, los datos que presenta la EPA del primer trimestre se pueden considerar que entran dentro de la normalidad estacional que muestran los primeros trimestres en períodos expansivos, manteniéndose un importante ritmo de creación de empleo, apuntando un agotamiento del ritmo de reducción del paro, y mostrando una ligera mejora de los indicadores de estabilidad del empleo que, a falta de una análisis más detallado de otras variables, no parecen haber reflejado aún un impacto importante de las medidas implementadas en la última reforma laboral en materia de contratación. Es, en todo caso, algo lógico, puesto que como se ha dicho antes, éstas comenzaron a estar operativas en el mes de abril, por lo que su impacto sería en todo caso inducido por la previsión de su efecto. Lo que en las cifras de contratación de los Servicios Públicos sí se ha venido constatando, en la EPA no resulta aún tan evidente, sin negar que el aumento de personas con contrato indefinido puede deberse en parte a ello.
En todo caso, los datos conocidos hoy no despejan dudas ni permiten relajación alguna en materia de política económica. Al contrario, muestran que las medidas excepcionales de apoyo a sectores productivos y a hogares siguen siendo imprescindibles, así como una atención especial a la inserción laboral de las personas en situación de desempleo. Es cierto que el empleo seguía creciendo con fuerza en los primeros meses del año, pero la situación ha empeorado desde entonces con la agresión bélica a Ucrania, el repunte de la inflación, las tensiones en el suministro de determinados productos esenciales para algunas producciones industriales y la enorme incertidumbre que se deriva de todo ello.
En este contexto, el mantenimiento del empleo y su conversión progresiva en empleo de mayor calidad debe convertirse en un objetivo prioritario para la acción política, porque de ello depende, junto al reforzamiento del llamado escudo social (medidas de protección social), la preservación de nuestras capacidades productivas y de la calidad de vida de la mayoría de la población en la dura etapa que se avecina.