Los datos recientemente publicados por el INE constatan una variación anual en octubre del 5,5% en la evolución del IPC. Esta cifra supone el aumento de 1,5 puntos en la tasa anual, toda vez que el mes de septiembre tal variación llegó al 4%. El dato está generando alarma e incluso mensajes que rozan el catastrofismo, con una utilización política evidente. El INE imputa la responsabilidad de esta tensión al alza de los precios a los valores del mercado eléctrico, los carburantes y lubricantes para vehículos personales y el gas. Ahora bien, cabe señalar que la inflación subyacente es del 1,4%, con una senda de ligera subida desde el pasado mes de abril: por debajo del 2%, que es el guarismo totémico que suele invocarse como frontera. Es importante retener esto, ya que infiere que el calentamiento de los precios no parece obedecer, por el momento, a un escenario alcista de carácter más estructural –como fue el caso de los impactos inflacionarios en las crisis de 1973 y 1979–, sino que es de perfil más transitorio. Esta tesis es la defendida por buena parte de los bancos centrales y por el FMI, en sus informes más recientes. Con todo, tales afirmaciones deben adoptarse con suma prudencia, ya que el nivel de incertidumbre en el que se mueve la economía en estos momentos es elevado, con causas directas tanto en el proceso de la pandemia como en otros aspectos de índole más material. Entre estos, se enumeran la evolución de los precios en el mercado eléctrico –ya apuntado–, la desarticulación del transporte marítimo –que contribuye a retrasar la llegada de pedidos–, las escaseces en inputs productivos más relacionadas con la distribución que con la producción, y el incremento de la demanda energética de China, entre otros elementos que parecen ser relevantes en este contexto.
Algunas consideraciones
El alza de los precios está generando, y no solo en España, posicionamientos claros, que afectan la macroeconomía. En tal sentido, se han prodigado voces que afirman, desde Estados Unidos y con influencias de ese mensaje en Europa, que podríamos estar a las puertas de una nueva estanflación. Recordémoslo: un estancamiento más inflación, que dibujó un duro perfil a raíz de las crisis energéticas de los años 1970 y que promovió una reacción severa de ajustes en las políticas públicas. Ahora bien, deben hacerse unas consideraciones concretas al respecto:
- Parece incorrecto hablar de estanflación en el escenario actual. Aplicar tal concepto al estado macroeconómico de Estados Unidos, la Unión Europea y España se antoja exagerado, por un motivo clave: estamos en crecimiento económico –y nada despreciable: no hay, pues, estancamiento– con una inflación que, en el momento de escribir este texto, supera ligeramente el 5%. Todo muy alejado de las caídas brutales del PIB e inflaciones de dos dígitos –incluso con cifras próximas al 25%– de los años setenta, con incrementos notables en la desocupación y desacoplamientos –síncopes paralelos entre tasas de paro y tasas de inflación– en las curvas de Philips. En tal aspecto, el FMI indica que el año 2021 se va a cerrar con tasas de crecimiento económico cercanas al 6% con una inflación que “no está fuera de control”, en palabras de Gita Gopinath, economista-jefa del FMI. El mensaje es contundente, y debería invitar a una mayor sosiego, que no es sinónimo de despreocupación.
- En efecto, que los precios repunten promueve una lógica inquietud, y se debe prestar suma atención al proceso. Pero si ese movimiento alcista es transitorio, como señalan tanto el BCE como el Banco de España y el FMI (véanse las recientes investigaciones de Attinasi et alter, 2021; Borrallo et alter, 2021; Lane, 2021; Schnabel, 2021), cabe pensar en factibles incrementos en la demanda, espoleada por la política económica de estímulos tanto en la inversión como en la proporción de liquidez. Los signos que invitan a pensar en esto son también evidentes, para el caso de España: reducción en la tasa de paro –tal y como se recoge en la reciente EPA, con aumentos significativos en la afiliación a la Seguridad Social–, mantenimiento de los ERTE –del orden de unos doscientos mil, con reducciones tangibles en los últimos meses, exponente de que mucha fuerza laboral retorna a una cierta normalidad– y contracción en los pasivos bancarios. Estos tres vectores infieren una expansión del gasto privado, una mayor capacidad de consumo que, sumada a la política fiscal, refuerza la expansión de la demanda agregada. No debería suponer, entonces, una sorpresa tan mayúscula que los precios suban a niveles poco inquietantes, si se observan las inflaciones subyacentes. Otra cosa es el conjunto de la inflación, cuyas causas han sido anotadas más arriba y que, a nuestro entender –en función de la bibliografía e informes consultados–, es más coyuntural que estructural.
- En relación al punto anterior, cuando se han advertido de los peligros de las deflaciones en la historia económica, y de su posible reedición en crisis presentes –como la financiera de 2008 y la de la COVID-19–, se ha señalado la importancia del “engrase” de los precios en los mercados (tal y como expusieron en su momento Georges Akerlof y Paul Krugman), en el sentido de que los aumentos en los precios puedan ser sinónimos de avances en el consumo y la inversión (véase todo esto en: Manera, 2021). En tal respecto, debemos esperar que la inflación subyacente aumente en los próximos meses, al calor de los impactos de los programas de la Next Generation EU. Pero los efectos inflacionarios no tienen porqué ser letales, a tenor de las recientes simulaciones del BCE, que incluso incorporan el impacto del paquete fiscal aprobado por Estados Unidos en marzo: resultado de un incremento de la inflación en la zona euro del orden de 0,15 puntos porcentuales entre 2021 y 2023 (los indicadores en: BCE, 2021; tomados de Borrallo et alter, 2021).
En conclusión
Estas reflexiones no han pretendido minimizar la importancia del dato de la inflación. Se ha perseguido aportar otras consideraciones que enmarquen el tema con tres recorridos clave: el crecimiento económico persiste, el paro se reduce y la inflación subyacente está por debajo del 2%, de forma que la hipótesis que se dibuja por parte de instituciones económicas es que nos hallemos ante incrementos de precios transitorios. Ello no es óbice para subrayar que, a su vez, nos encontramos en unas coordenadas de incertidumbre –que pueden corregir las proyecciones del crecimiento, como de hecho ya está sucediendo–. Pero resultaría un grave error que el temor a una inflación que está controlada –según apreciaciones fundamentadas del FMI, entre otras entidades– nos pudiera llevar a aquellos “miedos a los mercados”, que a veces aparecen de manera recurrente, para tentar la posibilidad de eliminar unos estímulos económicos que están resultando determinantes para la recuperación de las economías.
Referencias bibliográficas
ATTINASI, M. et alter (2021): “The semiconductor shortage and its implication for euro area trade, production and prices”, Economic Bulletin, núm. 4, Banco Central Europeo.
BCE, BANCO CENTRAL EUROPEO (2021): ECB staff macroeconomic projections for the euro area, mes de marzo.
BORRALLO, F.-BUESA, A.-PÁRRAGA, S. (2021): “La inflación en Estados Unidos: evolución reciente y perspectivas”, Artículos Analíticos. Boletín Económico, núm. 4, Banco de España.
LANE, P. R. (2021): “Inflation dynamics during a pandemic”, Banco Central Europeo Blog, 1 de abril.
MANERA, C. (2021): “La deflación como problema económico”, Sistema, núm. 261.
SCHNABEL, I. (2021): “Escaping low inflation?”, Petersberger Sommerdialog, Frankfurt, 3 de julio.