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Inversión pública, para reducir la deuda

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Por Carles Manera, Catedrático de Historia Económica y José Pérez-Montiel, Profesor de Economía, ambos en la Universidad de las Islas Baleares.

Tras el impacto del covid-19 se habla de nuevo de una posible crisis de deuda soberana en los países de Europa más afectados por la pandemia. Ello lleva a que, inevitablemente, el debate sobre los multiplicadores fiscales vuelva a estar sobre la mesa. Tras unas semanas de desconcierto y mutismo, los economistas neoliberales vuelven a salir a la palestra y enfatizan los efectos negativos que una política fiscal expansiva desencadenaría para las economías europeas. Pese a lo que avecinan estos economistas, lo cierto es que no hay consenso en cuanto al efecto multiplicador de la política fiscal.

Recordemos que a principios de 2010 varios países de la zona Euro se vieron afectados por una crisis de deuda soberana y, con el objetivo de mantener su credibilidad financiera, tuvieron que adoptar medidas contractivas encaminadas a reducir sus déficits fiscales. Estas políticas les sumergieron en una dura etapa de estagnación económica y elevadas tasas de desempleo que les acarrearon importantes costes en la esfera social y humanitaria. Sin embargo, en muchas de estas economías la ratio deuda/PIB no cayó, sino que aumentó. Esta aparente contradicción reavivó el debate sobre los multiplicadores fiscales. La contradicción alcanzó tal magnitud que el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el pasado el mayor exponente y defensor de las medidas de consolidación fiscal, tuvo que cuestionar su efectividad. El propio economista en jefe del FMI, Olivier Blanchard, afirmó que el multiplicador fiscal probablemente era mayor al que previamente la institución había considerado, tal y como se expuso en otra reciente entrada en este blog.

En el mundo académico existe una muy amplia literatura sobre multiplicadores fiscales. Pese a que no hay consenso sobre el abordaje empírico ni teórico de la materia, en general, la mayoría de las investigaciones indica que los multiplicadores fiscales son inferiores a uno. Sin embargo, buena parte de estos trabajos estudian el impacto del gasto público agregado sobre el PIB, y no se centra en el efecto de los distintos componentes de éste (consumo e inversión). Esto resulta curioso, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto el FMI (2014) como la Comisión Europea (2014) sostuvieron que la inversión pública constituye un pilar fundamental del crecimiento económico. Uno de los pocos trabajos que analizan el multiplicador fiscal de la inversión pública es el de Deleidi, Iafrate y Levrero (2020); además, esta es probablemente una de las investigaciones más recientes, pues está publicado en marzo de este año. Deleidi, Iafrate y Levrero estudian si la inversión pública genera efectos permanentes y persistentes sobre el nivel de actividad económica en once países europeos durante el periodo 1970-2016.

Hasta ahora en la literatura sobre multiplicadores fiscales se han empleado fundamentalmente modelos estocásticos de equilibrio general (DSGE), basados en expectativas racionales y agentes previsores. Sin embargo, tal y como indica Gechert (2015), el valor del multiplicador que obtienen estos trabajos depende fundamentalmente de la especificación del modelo. También existen investigaciones empíricas que intentan minimizar la relación teórica impuesta a las variables de estudio, como las basadas en modelos vectoriales auto-regresivos estructurales (SVAR). Deleidi, Iafrate y Levrero (2020), por su parte, utilizan el método de proyecciones locales, que es más robusto a especificaciones erróneas y se adapta fácilmente a relaciones altamente no lineales y flexibles entre las variables, tal y como indican Dell’Erba et al. (2018).

Los resultados de Deleidi, Iafrate y Levrero sugieren que el efecto de la inversión pública sobre la renta es positivo y permanente, tanto en el corto como en el largo plazo. Además, estos autores revelan que el multiplicador fiscal es aproximadamente 1 el mismo año de la implementación de la política fiscal, y de aproximadamente 2 cinco años después. Los resultados son robustos a diferentes especificaciones del modelo y variables control (incluso a la consideración de pronósticos de política fiscal por parte de los agentes). Adicionalmente, los autores hallan que cuando excluyen de la muestra el periodo 2008-2016, el multiplicador fiscal se reduce considerablemente, lo que revela que la Gran Recesión ha contribuido a aumentar el impacto del multiplicador de la inversion pública. Finalmente, cuando dividen la muestra de países en dos grupos (Portugal, Irlanda, Italia y España, por un lado; y, por el otro, Alemania, Holanda, Francia, Austria, Bélgica, Finlandia y Luxemburgo), observan que el multiplicador fiscal del primer grupo es muy superior al del segundo. Esto se explica por la menor propensión a consumir del segundo bloque de países, dada su renta per cápita más elevada.

Atendiendo a estos datos, el corolario es claro: si se sustenta la estrategia de política económica en una expansión de la inversión pública –con la privada en situación anémica o expectante–, los recursos se deberán obtener, de forma inmediata, a partir de peticiones de crédito y/o transferencias directas de capital, en forma de deuda perpetua. Y todo esto debe estar condicionado, en esta etapa de gran necesidad inversora, a una mayor flexibilidad por parte del BCE en sus requerimientos y exigencias. El retorno de la deuda debería ser uno de los grandes debates en la UE, para favorecer una recuperación más simétrica. Pero la vinculación de esto con los multiplicadores fiscales es directa, y es algo que no se puede eludir por más tiempo: si éstos superan la unidad, la ratio deuda/PIB tiende a bajar, porque el gasto público genera un nivel de PIB que es superior al de la deuda. Si se quiere “sostener” la deuda, es decir, de alguna forma hacerla viable –con planes de re-estructuración–, no se pueden descuidar los efectos de los multiplicadores fiscales. Los casos abundan en la dirección contraria: la España de Rajoy o la Argentina de Macri, son exponentes de políticas de austeridad «expansiva» en toda regla, que no han supuesto una contracción importante de la ratio deuda/PIB, sino todo lo contrario.

Sin embargo, estos resultados no ahuyentan las propuestas de austeridad espansiva, como se puede observar en las aportaciones más recientes de Alesina et al. (2015, 2017) y de sus numerosísimos e incondicionales seguidores. Esta tendencia en el pensamiento económico va a persistir en sus tesis, a pesar de que los resultados van en su contra. Y eso por un motivo central: los incrementos de la inversión pública son capaces de elevar el nivel de PIB en una cantidad superior a la inicialmente invertida, generando así un efecto dinámico sobre la renta. El trabajo de Deleidi, Iafrate y Levrero no hace más que confirmar las hipótesis que los informes de la Comisión Europea y del FMI de 2014 pusieron sobre la mesa.

No cabe duda de que estos otros resultados también apoyan medidas de inversión pública para afrontar la situación económica actual. La crisis del COVID-19 ha puesto de manifiesto tanto la debilidad de nuestra economía y sistema de protección social, como la necesidad de superarla mediante la acción colectiva planificada, solidaria y en cooperación con el resto del mundo. La inversión pública debe jugar un rol fundamental en este escenario. Por el contrario, las medidas de consolidación fiscal exacerbarán la estagnación económica y serán más contradictorias en los países del sur, algunos de los cuales, como España e Italia, están entre los más afectados por la pandemia. La situación actual requiere que, como economistas, estemos a la altura, que seamos rigurosos, serios y pragmáticos. Tenemos una cita con la historia, una oportunidad única para apartar dogmas, para poner a la ciencia, a la coherencia y, sobre todo, a la decencia por encima de todas las cosas. No fallemos en este momento tan crucial.

Bibliografía

Alesina, A. et al. (2017) The Effects of Fiscal Consolidations: Theory and Evidence. Cambridge, MA.

Alesina, A., Favero, C. and Giavazzi, F. (2015) ‘The output effect of fiscal consolidation plans’, Journal of International Economics. Elsevier, 96(S1), pp. S19–S42.

Deleidi, M., Iafrate, F. and Levrero, E. S. (2020) ‘Public investment fiscal multipliers: An empirical assessment for European countries’, Structural Change and Economic Dynamics. Elsevier B.V., 52, pp. 354–365.

Dell’Erba, S., Koloskova, K. and Poplawski-Ribeiro, M. (2018) ‘Medium-term fiscal multipliers during protracted economic contractions’, Journal of Macroeconomics. Elsevier Ltd, 56, pp. 35–52.

European Commission, 2014. An Investment Plan for Europe.

Gechert, S. (2015) ‘What fiscal policy is most effective? A meta-regression analysis’, Oxford Economic Papers, 67(3), pp. 553–580.

International Monetary Fund (IMF), 2014. World Economic Outlook–Legacies, Clouds, Uncertainties.

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

5 Comments

  1. Marcos el mayo 12, 2020 a las 9:34 am

    Buenos días,

    Muy bien Dr.,… francamente muy bien. La bibliografía que ha consultado actualiza la vieja doctrina keynesiana, que excuso plasmar por conocida.

    Lo de lo multiplicadores, ya si eso… más que decencia es hablar claro: si el estado pone una renta básica e invierte evidentemente Pueblo Soberano y empresas incrementan su dinero y gastan más, con lo que se reactiva la actividad económica – y a ver si de esta se hace de un modo menos contaminante, menos extractivo y por ende más sostenible que medios y conocimientos hay, lo que falta es vergüenza -, se minimiza el paro, … AEAT recauda más…

    El también Dr. Thomas Piketty lleva mucha razón con eso del pueril gusto de los economistas por las formulas y demostraciones teórico-matemáticas… obras son amores y no buenas razones

    Gracias

    Un saludo

  2. ENRIQUE RODRIGUEZ el mayo 12, 2020 a las 6:59 pm

    Estoy basicamente de acuerdo con lo expuesto. Sin embargo los acreedores que suministren los fondos para financiar el gasto público expansivo, exigirán, antes o después, que llevemos nuestro nivel de deuda a niveles aceptables o manejables. No tendría sentido mantener indefinidamente un ratio de deuda superior al 100% del PIB, y, al mismo tiempo seguir refinanciando la deuda. En algún momento nos dirían que nuestros gastos, nos los pagásemos con nuestra actividad económica y no con endeudamiento En este momento el consenso en UE es una deuda no superior al 60% del PIB, que puede ser mantenida razonablemente por tiempo indefinido, si no existen causas extraordinarias.Por lo tanto la única salida es que los fondos aportados, lo sean con exigencias de devolución o de ajuste, dilatadas en el tiempo. O dicho de otra manera, que los plazos para conseguir alcanzar la meta del 60%, lo sea en un plazo muy amplio, de al menos unos 20 años y de forma progresiva.

    • Carles Manera el mayo 13, 2020 a las 8:29 pm

      Gracias por el comentario. Este va a ser un gran reto para la economía en los años venideros

  3. Marcos el octubre 4, 2020 a las 8:19 am

    Buen día,
    Tal y como está la situación y el brillante estudio de lxs profesorxs, simplemente apuntar, una vez más, la ‘receta de la abuela’ que ha funcionado siempre, por ser evidente, clara y… Que tan solo necesita ‘2dedos de frente’, vulgo sentido común.
    Gracias
    Pero el acuerdo firmado en Londres el 27 de febrero de 1953 hizo que los Aliados perdonaran grandes cantidades de deuda adquirida por Alemania como resultado de las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, después bajo el gobierno nazi y también en los años de reconstrucción después de la Segunda Guerra

    keynesianismo se basa en el intervencionismo del Estado, defendiendo la política económica como la mejor herramienta para salir de una crisis económica. Su política económica consiste en aumentar el gasto público para estimular la demanda agregada y así aumentar la producción, la inversión y el empleo

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