De forma completamente imprevista, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo tomó en la noche del 18 de marzo pasado la decisión de destinar 750.000 millones de euros a comprar activos públicos y privados en los mercados.
Lo que se busca es asegurar que los títulos que tendrán que emitir los gobiernos para financiar sus planes de actuación frente al coronavirus y de estímulo para frenar la crisis posterior tengan su compra asegurada y que ésta no provoque una subida peligrosa en las primas de riesgo.
Esto último se produciría–como ya pasó en la crisis de 2008– si los prestamistas aprovechan la situación de necesidad para encarecer extraordinariamente la financiación, produciendo dificultades añadidas a la economía que pueden llegar a ser extremas.
La medida proporciona sin duda una gran tranquilidad porque la presidenta Lagarde había venido a decir en su anterior intervención que su preocupación no iba a ser evitar que aumentaran los diferenciales de riesgo. Una auténtica barbaridad que se corrige con esta decisión. Ahora se puede esperar que, al menos, los fondos especulativos no abalancen sobre los gobiernos de Italia o España, primero y luego otros, cuando salgan a los mercados.
Hay que dar la bienvenida a esta medida y mucho más cuando se trata de un nuevo reconocimiento en la práctica de lo profundamente erróneo que fue establecer en su día que el banco central no pueda financiar a los gobiernos. Tuvo que hacerlo Draghi, afortunadamente, y vuelve a hacerlo su sucesora.
El problema de esta medida es que el Banco Central Europeo de nuevo va a financiar a los gobiernos por la puerta de atrás. Es decir, que primero da dinero a los bancos privados al 0% y luego son estos los que financian –lógicamente lo más caro que puedan pues ese es su negocio– a los gobiernos o empresas. Y en medio quedará una impresionante factura de intereses que irá a la caja de los bancos. Casi 4 billones de euros han pagado en intereses a los bancos los 28 países de la UE desde 2008 a finales de 2019: ¿se imaginan lo que se podría haber hecho con ellos si el BCE hubiera financiado a los gobiernos con la misma generosidad que a los bancos?
No se puede bajar la guardia. El alboroto y la tranquilidad con la que, sin duda y justificadamente, se va a recibir el anuncio de intervención del Banco Central Europeo no pueden ocultar que todavía se está muy lejos de hacer lo que es razonable que se haga. Los bancos centrales, y el europeo en particular, deben financiar directamente a los gobiernos, con responsabilidad, con máxima exigencia, con control, con sentido de la necesidad y sin despilfarro ni corruptelas, por supuesto.
Mientras tanto, tampoco se puede olvidar que hay vías que pueden aligerar la carga que se va a generar para los estados y que se podrían poner en marcha ahora mismo. Si el endeudamiento es mancomunado, por ejemplo, es mucho más barato. Y el Banco Central Europeo podría empezar a comprar ya una proporción de la deuda pública de los países –por ejemplo, la superior al 60%– para transformarla en otra a largo plazo o perpetua. Eso dejaría mucho más libres sus manos para llevar a cabo los programas que habitualmente son imprescindibles para garantizar el bienestar, los servicios públicos y las mejores condiciones posibles para que las empresas privadas creen empleo y riqueza.
Se sigue yendo por el camino inadecuado de aumentar la deuda y la factura de los intereses, aunque ahora mismo sean bajos y no supongan la carga de fases anteriores. Es el único camino que sabe recorrer el capitalismo neoliberal de nuestros días, completamente plegado a los intereses de la gran banca. Aunque, al menos, el hecho de que tenga que saltarse estas normas cuando hay problemas de verdad muestra a quien quiera verlo que es imprescindible dejar de ser cínicos y comenzar a establecer principios de actuación razonables que no sigan provocando los problemas financieros que vivimos constantemente.
La vida de los seres humanos y la conservación del planeta son los bienes más preciados que hemos de cuidar y conservar y para eso está demostrándose estos días que es imprescindible que existan servicios públicos potentes y bien dotados. Su desmantelamiento más o menos inmediato, impuesto de facto por los criterios prevalecientes de financiación, es una aberración que pagamos cara y ahora es el momento de empezar a evitar que siga ocurriendo en el futuro.
Y, en todo caso, no se puede olvidar tampoco que la compra de deuda gubernamental o empresarial no es la única medida que puede o debe tomar el Banco Central Europeo. Ahora es el momento de avanzar también en la adopción de fórmulas más valientes y novedosas, en la puesta en circulación de monedas digitales o en llevar estas inyecciones masivas de liquidez directamente, y no mediante intermediarios costosos, al bolsillo de los hogares, de los autónomos o de las micro y pequeñas y medianas empresas.
El BCE ha despertado y ha corregido el error de principiante de Lagarde, pero la medida anunciada ni es la mejor ni es todo lo que puede hacer.
Este artículo ha sido publicado el 19 de marzo en Público. Se reproduce en ésta WEB con autorización del autor
Buen artículo el del catedrático Juan Torres, como era de esperar. Yo, como ciudadano, no estaba demasiado preocupado por la liquidez del sistema financiero y de las bolsas. Ante la magnitud de la crisis, alguien con un poco de cabeza sabía que los Bancos Centrales iban a inyectar montones de dinero para aguantar el sistema financiero, e inyectarán tanto cran que como haga falta, aunque no creo que las bolsas recuperen los perdido, ni importa ahora. Porque con esta crisis, según yo observo, se está dando otro fenómeno mucho más inquietante. La producción se para, y no por culpa de las bolsas. Para aguantar el tejido productivo las pequeñas empresas necesiitaran liquidez. Puede que les llegue, o puede que no. Pienso que en gran parte sí, pues no deja de ser un problema técnico. Pero la otra consecuencia del parón es la pérdida de la riqueza que deja de producirse. Esa no va a haber quién la recupere. El estado puede soltar pasta desde un helicóptero (Friedman dixit) para que los individuos tengan dinero y consuman, con l que se aguantaría algo el parón. Pero la pregunta es, estas pérdidas no recuperables ya, ¿quién las va a pagar? ¿Saldrán de la acumulación actual y desorbitada del capital, o del Estado qu lo apuntará en su «debe» y lo pagaremos los currantes de siempre? En los últimos cataclismos gordos (ii Guerra Mundial) se metió toda la pasta que hizo falta para la reconstrucción europea; obvio y necesario. Y muchos años después se condonaron grandes partes de esa deuda a ciertos paises (Alemania, entre ellos); justo. ¿Se hará ahora lo mismo y se mutualizarán las pérdidas en proporción al capital acumulado de los estados? ¿O se volverá a hacer lo de Grecia, Pòrtugal y España y algunos tendremos deuda y pobreza «sine die»? Parece ser que las ciudadanías mas europeístas son las del sur europeo. Yo, de ser un país norteño y rico, me pensaría dos vece qué hacer, porque si hasta ahora el juego neoliberal les ha ido bien dentro de la Europa actual, puede que no les fuera tan bien en otra Europa más deslavazada y rota. Indudablemente, nosotros los del sur, sufriríamos más, pero ellos también sufrirían, y vaya usted a contárselo a la gente del sur cuando se sientan abandionados por una Europa rica. ¿O por qué creen ustedes que el fascismo está subiendo como la espuma en Europa? Atiendan a todos sus ciudadanos por igual en la salud y en la enfermadad, en la riqueza y en la pobreza, y verán como el fascismo se disuelve como un azucarillo.