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El relato del miedo

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  1. Apuntes de urgencia sobre el contexto general

Los temores a una recesión económica han aflorado con fuerza. Diferentes indicadores invitan a pensar en ello. Esas variables son utilizadas, en el mejor de los casos, por economistas y politólogos para anunciar un cataclismo. En otras ocasiones, diferentes colegas de la profesión, sin dato alguno, presagian el apocalipsis sin atender la más mínima norma deontológica: buscando el titular mediático. Estamos instalados en un espacio en el que se produce un fenómeno evidente: la convivencia, en cuanto a la narrativa, de noticias positivas y negativas. Estas últimas parecen ser las que determinan futuras certezas –las que acaban por configurar el relato que se divulga–, a pesar de que su precisión es tan escasa como aquellas que minimizan la situación económica y social. Los datos disponibles hasta el momento son elocuentes, y todos ellos proceden de fuentes oficiales y/o solventes (Our World, S&P, Bruegel, Kiel Institute for the World Economy, Eurostat, Comisión Europea, Banco de España):

  • Los PMI (Índice de Gerentes de Compras) de manufacturas y servicios se han contraído en julio 2022 en las economías más importantes del mundo; pero, a su vez, los plazos de entrega van mejorando, lo cual insinúa una mejoría en los cuellos de botella. Esto es particularmente apreciable en la UE y en el Reino Unido. Los PMI en Europa caen desde un índice 60 en julio de 2021 a guarismos por debajo del 50 en julio de 2022 (recuérdese que éste marca el límite de una posible recesión).
  • La inflación está al alza: energía, vivienda y alimentación son las partes que más contribuyen a la tasa intermensual. La tasa subyacente se ubica ya en cotas superiores al 6% interanual. La Comisión Europea avanza una inflación para 2022 del orden del 8%, tasa que se iría desacelerando en 2023, con cifras que van desde el 4% al 6%.
  • Dificultades en los avituallamientos energéticos de gas, con impactos directos en los mercados eléctricos.
  • China ralentiza su crecimiento en el segundo trimestre de 2022, afectada por la nueva ola del virus. Otros datos del coloso asiático: inflación subyacente del 1%, en un contexto de debilidad de la demanda, con una inflación general que es del 2,5% interanual (en el mes de junio de 2022).
  • El comercio mundial patentiza indicios de desaceleración: contracción del 0,4% en junio-julio de 2022.
  • Las revisiones del PIB son más pesimistas, desde la Comisión Europea. Estos pronósticos, sin embargo, acentúan la fortaleza de la economía española, con un cierre esperado del PIB para 2022 del 4%, y previsiones superiores al 2% en 2023, por encima de Alemania, Francia, Italia y la media comunitaria.
  1. El contraste español

Ya se ha avanzado antes que existen indicadores no tan negativos para la economía española, en comparación con los disponibles para el grueso de las economías más avanzadas. En tal sentido, las magnitudes son ilustrativas (Banco de España, INE, Eurostat):

  • La fortaleza del mercado laboral: avances sustanciales en afiliaciones a la Seguridad Social, con incidencia importante de los contratos indefinidos –producto, básicamente, de la reforma laboral–. La tasa de paro se sitúa en torno al 13%, muy lejos de la observada en 2012-2013, cuando alcanzó cotas superiores al 20%.
  • La robustez de la economía turística es destacable: reactivación de pernoctaciones hoteleras, con estancias medias de los turistas extranjeros similares a los valores anteriores a la pandemia.
  • Desde junio las ventas de la hostelería se han situado en niveles parecidos a los de antes de la eclosión de la pandemia, con recuperaciones detectables ya en enero de 2022. Las entradas turísticas están suponiendo un enjuague importante para la balanza de pagos.
  • El comercio exterior ha avanzado: impulso de las exportaciones hacia Estados Unidos, América Latina y norte de África (a la par, descenso hacia China y Rusia) e incremento del déficit comercial básicamente por las compras energéticas en un contexto bélico de alza de precios.
  • Mejoras tangibles en la capacidad de repago de la deuda, y estabilidad de la prima de riesgo de España –poco más de 120 puntos básicos, frente a cotas superiores a 400 puntos básicos en 2012-2013–, en contraste con la italiana y a pesar de la subida reciente de los tipos de interés por parte del BCE.

Los datos presentados de forma descriptiva, remitiendo al lector/a a sus correspondientes referencias, constatan estos claroscuros que se vislumbran en la economía mundial y, a la vez, subrayan la capacidad de la economía española en estos momentos. Capacidad que no es ajena, como es lógico, a los avatares que transmutan los escenarios económicos internacionales. Negar esto es tan irresponsable como empecinarse en azuzar el temor a la población, hablando de defaults y otras ocurrencias, segmentando los indicadores para reforzar el relato del miedo.

  1. Coda final

Ante todo esto:

  • Resulta poco sensato no tener presente la incertidumbre en la que trabaja la economía. Aportar certezas casi inamovibles, en dirección positiva o negativa, no se aviene ni con la ciencia ni con el contexto geo-político, que está determinando –este último– prácticamente todo en estos momentos. No es gratuito recordar que el principio de incertidumbre, que domina el tiempo presente, no proviene de la economía, sino de la física: de Werner Heisenberg, que afirmaba que no se podía predecir el futuro con precisión, sino tan solo probabilidades. No pidamos a los economistas algo que los físicos no han sido capaces de concretar; no pensemos, los economistas, que tenemos una varita mágica resolutiva, que nos hace ver de manera primigenia un futuro que no conocemos. Aprendamos de los físicos. Sobran las posturas dogmáticas; bienvenidas sean las dudas, las cavilaciones, las hipótesis, sobre algo fundamental e imprevisible: el comportamiento humano y su acción económica, en todas las vertientes.
  • La proliferación de discursos dramáticos, catastrofistas y, a veces, con tintes apocalípticos, chocan con algunas de las variables que hemos presentado. Es el relato del miedo, la narrativa explosiva hacia el precipicio, que están abonando algunos economistas. Nionel Roubini, un economista que predijo la crisis inmobiliaria de 2008 (si bien no fue el único, toda vez que esto lo había señalado ya un economista esencial, Steven Keen, con metodología científica), acaba de publicar un artículo en el que otea la debacle. En esta ocasión, su diagnóstico descansa sobre pilares más endebles. Todo en línea similar a la que otros economistas españoles auguraron tras la pandemia: que el paro llegaría al 30%, que las empresas quebrarían y que estimular el gasto público era la antesala del infierno. Por fortuna, ni el BCE ni la Comisión Europea les hicieron caso. Cabe decir que los profetas del desastre no se equivocan: dado que la economía es cíclica, es decir, que los ciclos económicos existen –contrariamente a lo que pensaban los escolásticos del mainstrean–, la crisis acabará apareciendo. Entonces, dirán que ellos, los visionarios, ya lo habían anunciado (y sus cachés aumentarán). Recuerda todo esto a una literatura económica que lleva más de cuarenta años indicando que el capitalismo se está hundiendo, sin que observemos signos elocuentes de que eso esté sucediendo en cada una de las crisis vistas desde 1973.
  • Ahora, casi todas las instituciones actúan y emiten mensajes cautelosos, que no ignoran una realidad de gran complejidad, pero que no se regodean en el derrotismo. Y decimos “casi” porque hablar de “infligir dolor a empresas y familias” (Jeremy Powell, de la Reserva Federal) se está convirtiendo en una letanía inquietante. Se debería ser más cuidadoso con estos mensajes, en los tiempos que corren. Hay formas más pedagógicas de explicar un contexto difícil, precisamente para esas empresas, para esas familias. Porque esas frases, a veces extraídas de contexto, sirven, a su vez, de coartada para la vehemencia irresponsable del hundimiento absoluto, propiciada por algunos economistas, sin atender a las variables conocidas (tergiversándolas en muchos casos). No deberíamos hacerles caso; los medios de comunicación, tampoco.
  • Pero, con este relato del miedo, enmarcado en datos que no son todos tan negativos, ¿qué se hace desde palestras políticas? Véanlo cada día en determinados medios de comunicación: azuzar otros factores colaterales. Ya sea el medio de transporte en el que se traslada el presidente del Gobierno, ya sea proclamando las mismas recetas –bajar los impuestos–, eludiendo responder concretamente a los retos que tenemos: el cambio climático, la digitalización, los problemas de la inflación, la crisis bélica, las dificultades energéticas, los desafíos demográficos. Un portafolio vacío, solo relleno de serrín de frases hechas, de jergas de manual, de mensajes altamente ideologizados sin bases empíricas.

Pesa un electoralismo zafio, acientífico, huérfano de honestidad intelectual: es el relato del miedo. Erwin Schrödinger, otro gran físico, nos ayudaría a mandar a estos tipos a su caja: con el gato. Quizás así sabrían si están en lo cierto. O no, ¿quién sabe? De nuevo, la incertidumbre.

 

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

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