Luis Molina Temboury es economista y miembro de Economistas Frente a la Crisis EFC
Suecia tiene mayor desigualdad que cualquiera de los grandes estados de la Unión Europea, incluido el Reino Unido. Una afirmación que hace dos años ya adelantaba en este otro artículo veraniego pero que conviene matizar. No sea que los partidarios del modelo nórdico se nos vengan abajo o que a los neoliberales les pegue el subidón y nos aturdan avivando esas patrañas que sustentan su Modelo de la Desigualdad Extrema y Creciente (MDEC). Vaya por delante que me incluyo entre los fans de Suecia. No porque piense que la socialdemocracia sea la solución al MDEC (sólo lo sería si se aplicara una limitación generalizada al patrimonio), sino porque los paliativos para el enfermo terminal que es la economía mundial siempre son bienvenidos. En el planeta de los ciegos ante la desigualdad, los tuertos países nórdicos son el rey.
El primer gráfico representa la distribución de la riqueza o patrimonio, lo que se posee, las propiedades, lo que proporciona independencia y poder económico, el más certero medidor de la desigualdad, por quintiles: tramos del 20% de la población, cinco partes iguales, una vez ordenada según patrimonio. He agregado los dos primeros quintiles porque las posesiones del primero, imprescindible para el análisis de la pobreza, complican el de la desigualdad, además de desmoralizar a cualquiera. Un ejemplo, el 20% de los alemanes que menos tiene, comparte una riqueza que asciende a… -0,6% ¡en negativo! del patrimonio global de su país. Tienen bastante menos que nada porque sus posesiones son sólo deudas.
Por arriba, en cambio, estamos de fiesta. Tanto que cuando el 1% que más tiene se lleva su porción deja la tarta temblando. Por eso he optado por representar el minúsculo último centil desgajado del último quintil.
Hay que advertir que los datos de ese primer gráfico y del segundo son poco oficiales, de un banco suizo que, aunque resulte chocante, es la fuente estadística mejor para el estudio de la desigualdad. Y que los datos recogidos son del penúltimo informe (Global Wealth Databook 2015) para mejor comparar con la distribución de la renta del tercer gráfico, está sí de fuente oficial con datos de 2015 (EUROSTAT).
Según ese primer gráfico, el título del artículo se justifica plenamente. La desigualdad patrimonial, el medidor de la desigualdad más apropiado, es efectivamente brutal en Suecia. El 1% de los suecos posee el 31,6% de la riqueza de su país, bastante más que en el resto de los países representados. Pero es que además los de abajo están claramente peor. Los cuatro primeros quintiles, el 80% de los suecos, comparten tan sólo el 15,1% de la riqueza de su país, mucho menos que en cualquiera de los otros cinco países.
Pero dejar la explicación hasta aquí sería un error. Cuando se mide la desigualdad mediante cuantiles (deciles, cuartiles, quintiles, centiles) -como cuando se hace por el Índice de Gini, un método más tosco y menos intuitivo- lo que se mide es la distribución dentro del país, el reparto porcentual de la tarta, pero no estamos teniendo en cuenta su magnitud. Por ello, he representado en un segundo gráfico la riqueza y el PIB por adulto (en dólares, por ser la fuente Credit Suisse) en los seis países. Y ahí empieza a notarse el matiz. La riqueza per cápita (teniendo sólo en cuenta a los adultos) es muy alta en Suecia, 2,8 veces mayor que en España, y su PIB por adulto es 2,1 veces mayor que el nuestro.
Además de saber que la tarta de la riqueza sueca es considerable (la segunda mayor después del Reino Unido) y que su PIB es destacadamente el mayor, todavía nos queda otro factor que analizar para ubicar a Suecia en el ranking de la desigualdad: la desigualdad de rentas. La renta es lo que se ingresa, lo que se gasta, lo que permite llegar a fin de mes. La riqueza es lo que distingue al poderoso, porque de ella deriva la posibilidad de dominar el flujo de rentas, pero las rentas son imprescindibles. Sin ellas es difícil siquiera sobrevivir.
Si el segundo gráfico nos daba buena idea del tamaño de las rentas a repartir (su magnitud está íntimamente relacionada con el PIB) fijémonos ahora en el reparto de la renta del último gráfico. Con esos datos termina de construirse el matiz. En Suecia las rentas son destacadamente mayores que en los otros cinco países (datos de PIB del segundo gráfico) y además se reparten mejor que en el resto (tercer gráfico), así que los suecos no necesitan patrimonio para vivir mejor que la mayoría de los europeos. Si a esto se suma su desarrollado estado del bienestar, donde el pago de mayores impuestos les garantiza todo lo que puedan necesitar, no sorprende que los suecos sostengan sin conflictividad un reparto de la riqueza tan desigual.
Suecia es, según OXFAM Intermon, el país mejor situado en el indicador C.R.I., que mide el Compromiso con la Reducción de la Desigualdad. Alemania es el número 5 del ranking, Francia el nº 8, Italia el 16, Reino Unido el 17 y España, entre Argentina y Hungría, ocupa el puesto 27. A la vista de los datos de los gráficos anteriores, el gobierno español debería estar empeñado en una cruzada sin cuartel contra la desigualdad de rentas, pero no es así. En España, el tercio de la población con menos renta, que vendría a coincidir con lo que se conoce como el precariado, viene trasvasando rentas a los de más arriba desde el comienzo de la crisis y sigue haciéndolo durante la recuperación.
En Suecia es otra historia. Allí el mantra de que hay que bajar los impuestos pone la mosca detrás de la oreja a muchos ciudadanos que, con un patrimonio exiguo, saben que es necesario financiar unos servicios públicos que son el complemento imprescindible de su renta. Para los suecos, la cuestión de la desigualdad sigue estando en el centro del debate y de la práctica política. Por eso Suecia da sopas con honda en cuanto a desarrollo y bienestar a los grandes estados europeos.
Pero, a riesgo de ser aguafiestas, el modelo sueco no es la solución al modelo de la desigualdad extrema y creciente global. La acumulación de patrimonio está desbocada en Suecia como en cualquier otro país del mundo, lo que tiene un alto precio: un pulso tenso y continuo entre una élite, inmensamente rica pero siempre insatisfecha, y una gran mayoría de ciudadanos, dependiente de los designios de esa élite, que sólo dispone de su voto y su activismo, pequeñas parcelas de poder político y social, que sumadas pueden apenas contrapesar el agudo desequilibrio de poder económico. La eterna lucha por el poder económico, político y social, hoy día por ese orden.
Según otra estadística oficiosa, en 2017 hay 112.00 suecos con un patrimonio neto (excluida la primera vivienda) por encima del millón de dólares, 3.300 suecos con más de 10 millones de dólares y 1.430 suecos con propiedades por un valor superior a los 30 millones de dólares. Hay también 188 personas en Suecia con un patrimonio superior a los 100 millones de dólares y 21 con propiedades por encima de los 1.000 millones. Todos ellos tendrán un alto nivel de consumo y bienestar, seguro, pero eso no significa que todos tengan poder de decisión, porque no es lo mismo tener que controlar. Con unos pocos millones de dólares se vive muy bien, pero de controlar la economía, poca cosa.
Quienes cortan el bacalao del poder económico en Suecia no son el 1% del famoso eslogan -que viene a coincidir, aproximadamente, con los suecos que tienen un patrimonio de más de un millón de dólares además de su vivienda- sino más bien el pequeño grupo de cienmillonarios suecos, que apenas suponen el 0,0019% de la población. Y entre ellos, más activos, una veintena de milmillonarios, una pequeña cuadrilla comprometida en la lucha por el poder global pugnando, entre otros, con pesos pesados como Putin y Trump, por una fracción mayor de poder, frecuentemente a cualquier precio.
Los multimillonarios suecos, acostumbrados a un fuerte contrapeso político y social, probablemente sean más civilizados y sensatos que el resto de los 2.024 milmillonarios o los 23.893 cienmillonarios del mundo, pero para ellos será siempre demasiado tentador sacrificar el bienestar de los suecos y la conservación del medio ambiente a la apasionada y exclusiva aventura personal de conseguir más riquezas que nadie. Por eso los suecos, como los demás ciudadanos del mundo, deberían empeñarse en establecer un límite al patrimonio. Una llamada a la sensatez frente al ansia irresponsable de poder económico que empuja al capitalismo hacia un colapso social y medioambiental por la desigualdad patrimonial extrema y creciente. También en Suecia.
España tiene un grave problema de inconsistencia entre desigualdades de renta (alta) y riqueza (baja). Esto hace complicado generar políticas de retribución justas ya que muchas veces una redistribución por renta lo que hace es permitir que mucha gente aumente su capacidad de acumular patrimonio y que aquellos a los que se detrae renta se les imposibilite cualquier ahorro (en el actual entorno de precios altos de vivienda y alquiler).
Una estadística a la que debería prestarse atención es a la distribución de segundas y terceras viviendas que puede estimarse de las memorias anuales de la AEAT. Muchas rentas salariales y de pensiones de menos de 18.000 euros anuales cuentan con más de 1 propiedad (hay millones de segundas viviedas en manos de personas con rentas bajas e incluso muy bajas). Eso genera un Gini de riqueza sorprendentemente bajo, pero luego muchas de estas personas tienen dificultades para llegar a fin de mes, con 2 ibis, 2 recibos de la luz, etc. El problema es que gran parte de la riqueza en manos de las rentas bajas es ilíquida (con difícil venta por situación, exceso de oferta o por aferro sentimental) y además con una rentabilidad negativa (los gastos). Lo sorprendente es que se vean las luces de pretender salir de la crisis con otra dosis de ladrillo.
Gracias por su comentario, que me da pie para otro adicional. España efectivamente tiene, siempre en comparación con otros países, una alta desigualdad de rentas y una menor desigualdad de patrimonio. Esa menor desigualdad de patrimonio, junto con la solidez de las relaciones familiares, es el soporte principal de nuestro altísimo nivel de desempleo, que en un país como Suecia sería inasumible. Compartir la pensión del abuelo o la vivienda con otros familiares que se han quedado en el paro y sin ingresos es una peculiaridad española.
El pequeño colchón patrimonial de las familias españolas, por pequeño que sea en comparación con la riqueza conjunta de los suecos, es la tabla de salvación de nuestra economía doméstica. Si no fuese por el pisito en propiedad, aunque esté hipotecado, muchas familias españolas, ni qué decir de los pensionistas, pasarían penurias dignas de otros tiempos.
La segunda o tercera vivienda es la opción de convertir el ahorro en ladrillo en un país con escasas y peores opciones alternativas. Nuestra endeble estructura económica sectorial y una precaria fiscalidad de tintes regresivos tienen mucho que ver en eso.
Gracias por tu respuesta. Yo recomiendo bucear la letra pequeña (por casillas) de la memoria de la AEAT sobre el IRPF, donde se ve el gran volumen de declarariones en tramos de renta que incluyen «valor» en la casilla de «rentas imputadas». Respecto a las alternativas de inversión, yo creo el rechazo a mejorar mecanismos de ahorro previsional complementario tildados groseramente como «cargarse el sistema de reparto» cuando pueden ser meramente complementario y ayudar a invertir en sectores de un NMP, nos condena a siempre volver al ladrillo. Por otra parte la herencia o pesada mochila de prejuicios en el lado progresista (que a mi también me ha costado aligerar confieso) evita en fijarse en ejemplos que podrían imitarse. Israel, donde más del 90% de la tierra es del estado y no se vende, ha generado mecanismos de ahorro que la convierten en el mayor inversor en tecnología per cápita del mundo, sector que proporciona sueldos buenos a sus trabajadores que con su capacidad de gasto tiran del resto de sectores tradicionales de la economía. Precisamente la clave de cambiar el modelo productivo debe partir de redirigir el ahorro español a inversión que mejore nuestra estructura productiva. Lo que no tiene sentido es que el ahorro de futuras rentas bajas (si cotizaron poco o acabaron su carrera laboral sin suerte dado lo penalizado que está por el sistema) esté no solo en algo muy poco líquido sino con rentabilidad negativa dados los impuestos locales, mínimos de los contratos de suministros y un mínimo mantenimiento que periódicamente se hace necesario.
Hola Luis,
Veo con algo de escepticismo la conclusión o el titular del artículo. En mi opinión es muy osado sacar conclusiones por la distribución de patrimonio, sobre todo cuando nos ofrece una información distinta a la de renta (algo que pasa en la mayoría de casos).
Hay muchas veces que la mayor igualdad relativa en patrimonio es más bien causa de una mayor desigualdad económica (de renta). Por ejemplo, en España tenemos un «gini de riqueza» más igualitario que la mayoría de países de Europa, pero eso está casi con toda seguridad condicionado por el alto porcentaje de vivienda en propiedad que hay en España. Y este porcentaje está condicionado a su vez por un país que tiene un estado del bienestar débil y unos sueldos relativamente bajos, lo que convierte la vivienda en propiedad en un seguro para «tener donde caerse muerto».
En la Europa del centro y el norte la desigualdad de patrimonio es mayor y correlaciona bastante bien con los menores porcentajes de vivienda en propiedad. Además de la vivienda hay otros factores digamos institucionales, como por ejemplo que exista un sistema de pensiones de capitalización y no uno de reparto.
En el caso de Suecia en concreto creo que el número de multimillonarios que tienen en un país de menos de 10 millones de habitantes condiciona la distribución de riqueza tan marcada para el 1%. Porqué los quintiles 1,2 y 3 tienen un porcentaje así de bajo habría que analizarlo en concreto y me imagino que las respuestas serían por menor porcentaje de vivienda en propiedad (seguro), por menor tendencia a adquisición de activos financieros (probable) y por una tendencia menor al ahorro (posible), quizá todo esto condicionado por la existencia de un estado del bienestar eficiente y redistributivo.
Hace un tiempo comenté aquí: http://blogs.publico.es/econonuestra/2017/02/10/renta-riqueza-como-medir-la-desigualdad/ que la mejor manera de medir la desigualdad era la renta…excepto para el Top social, que en ese caso la renta nos decía bastante menos que el patrimonio. Todo esto dificulta enormemente el análisis y nos somete a un montón de manipuladores negacionistas de la desigualdad que juegan a la confusión permanentemente.
Saludos,
Hola Pedro, gracias por tu comentario.
Estoy bastante de acuerdo con gran parte de lo que expones y con lo que desarrollas en tu interesante artículo. Es verdad que el título del mío puede parecer osado, pero he intentado explicarlo teniendo en cuenta las dos desigualdades (renta y riqueza) y el valor absoluto de ambas y creo que resulta medianamente coherente. Creo que cuando se trata de la desigualdad hay que efectuar esos tres enfoques, por lo que explicas en tu artículo, pero también creo que ninguno de ellos sobra para medir y comparar la desigualdad.
A mí me parece que la mayor desigualdad patrimonial de Suecia, y de otros países más desarrollados que el nuestro, es consecuencia del desarrollo natural de un capitalismo en el que no existe un límite a lo que se puede tener, por exagerada y escandalosa que pueda ser la cifra. Es verdad que lo importante para la vida personal y social es la renta, pero la desigualdad exagerada y creciente de patrimonio (también en Suecia) tiene un grave problema asociado: la acumulación excesiva de patrimonio es acumulación de poder económico, o sea, de poder a secas. Cuando las decisiones económicas se concentran en una pequeña élite se está cercenando la igualdad de oportunidades y la libre competencia, y eso habría que evitarlo.
»Pero, a riesgo de ser aguafiestas, el modelo sueco no es la solución al modelo de la desigualdad extrema y creciente global». Vaya¡. Esto es enseñar la miel pero no dejar problarla. Yo coincido en que que el modelo sueco no es suficiente para frenar la creciente desigualdad goblal, e incluso puedo tener mi propia solucion, pero ¿cual es esa TU solución que indicas sin mostrala.?. Soy todo ojos, sin duda. Un saludo l
La solución la vengo exponiendo en artículos anteriores y figura en negrita al final de este: establecer un límite al patrimonio. Espero seguir desarrollando el porqué y el cómo en próximos artículos. Saludos.
El problema es cómo implementar eso. Si alguien solo tiene acciones de su empresa, va bien y la parte cotizada sube, indirectamente sube su patrimonio (caso Inditex) ¿se expropia o se obliga a vender a fondos de private equity con gestiones más agresivas y lesivas para los trabajadores? Yo no se si esto es viable vía legislaciones punitivas o conviene mejor implementarlo vía nuevas mentalidades empresariales como podría ser un cierto «capitalismo de relevo», porque el NMP no solo se debe ceñir a decidir nuevos sectores sino a apuntar una nueva mentalidad empresarial. El caso Facebook es significativo, más de 1000 trabajadores superaron el millón de dólares en valor de sus acciones al salir la empresa a bolsa. Algunos de esos trabajadores han contado con ese capital para lanzar otros proyectos donde replican la filosofía, es decir, si va bien otros trabajadores saldrán muy beneficiados y podrán emprender otros proyectos con un capital inicial. El problema es que el tratamiento de estos casos nunca se intenta entender desde un lado progresista sino enfatizando en la acumulación de uno, creando falsos ídolos (que igual ni lo buscan ni lo quieren ser) etc. Creo que viviendo en un país donde gran parte del capitalismo es meramente rentista, y muchos cargos ejecutivos se transmiten de padres a hijos (aunque tengan pocas o ninguna acción en grandes empresas) hay que dar una pensada a otros modelos.
Si, una limitacion de patrimonios suena bien.Quizas, mejor,para no perjudicar el crecimiento, una limitacion en la DIEFRENCIA de patrimonios.La veo de muy dificil implementacion por la previsible negativa de esa elite que posee el 90,% del patrimonio mundial (el poder a secas como dices), pero en todo caso estare atento a tus articulod, y,ademas, te agradeceria me recomendases posible literatura economica existente sobre esa medida concreta de la limitacion de capitales.Un saludo cordial.
Si tengo que interpretar el artículo como un toque de atención al ciudadano medio para que no se deje engañar por los cantos de sirena de los politicuchos y vividores varios que pueblan el ecosistema parlamentario español, me parece bien. Hoy día se ha puesto de moda lo nórdico por la pésima pedagogía heredera del peor papanatismo español sobre los parabienes del modelo escandinavo. Por supuesto, las visiones presentadas desde la clase política siempre son parciales, fariseas y simploides.
Por ejemplo, Ciudadanos y su entourage nos vanaglorian el modelo laboral danés y su despido cuasi-libre sin mencionar después que es un país, como otros nórdicos, con tasas de sindicalización superiores al 60% cuando en el presunto referente francés sindical para la izquierda española no llega al 8%. O cuando Podemos y el PSOE nos hablan de la grandeza del modelo nórdico obviando que en Suecia hay cheque escolar, en Dinamarca un sistema de pensiones mayoritariamente de capitalización o que en Noruega, antes de encontrar petróleo no daban ni para pipas. Como digo, si la intención es aportar más datos me parece muy bien.
Ahora, como se ha dicho ya, yo personalmente tampoco me volvería loco con los datos que aporta Credit Suisse. ¿Por qué? Porque las dos preguntas fundamentales en lo referente a este tema serían: ¿Esa gran desigualdad es producto de una gran injusticia? y ¿Cuáles serían las derivadas de todo esto?
La respuesta a la primera es difícil saberla ya que el hecho de que sea un país con modelo mixto de pensiones y con salarios altos permite que el considerable ahorro ciudadano se canalice en inversiones con rentabilidades muy diferentes y ello es posible que explique una parte no menor de esa desigualdad, lo cual no tiene por qué ser fruto de un latrocinio flagrante.
Mientras que la respuesta a la segunda también es complicada de responder. La idea inicial sería que la ingente élite sueca básicamente se compra las elecciones. Y el hecho es que hoy día gobierna una coalición socialdemócrata-verde y que Suecia, con todo lo caído desde los 80 sigue siendo uno de los países con mayor nivel de protección social. El que más del 90% de los fondos con los que cuentan los partidos venga de presupuesto público, que las listas sean abiertas y que la transparencia sea tan alta probablemente es un elemento que define más la calidad de la democracia sueca que el nivel de la de la desigualdad de patrimonio.
A todo esto, hay que tener en cuenta que a la hora de tocar la redistribución también se modifican los incentivos y que una redistribución muy fuerte ahí puede tener unos efectos incluso más fuertes que al hacerla con rentas primarias ya que, nos guste o no, la base del crecimiento económico sigue estando fundamentada en gran parte en el ahorro.
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Las cifras mienten. Hablar de economía está de moda. Se debería de hablar de niveles de bienestar social, humano.Que pueblos son más felices y porque. Por dinero siempre se habla de Suecia. Primero se debería de aclarar. Suecia es eugenista. Siendo el tercer país más grande de Europa tiene casi 8 millones de originarios, y casi dos de inmigrantes y sus minorías étnicas. (Alemania es más pequeña, y tiene sobre 100 millones) Basa su economía en: Trabajo esclavo-Experimentos humanos clínicos, y con fármacos- Venta de armas, mercantilismo de su gran y mediana industria.Sin duda, de excelente calidad. Eso no esta en discusión. (Su farmacéutica es de las más grandes del mundo) -Impuestos altos-Etc. Su sistema político económico de control eugenista; lleva a su clase media, baja y a los «sin techo; a enfermedades, depresiones, muertes prematuras, y suicidios. Pero, se van bien vestidos, comidos. Con apariencia de «buena economía».