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Contra la economía emboscada

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Inversión pública para salir de la crisis

            Se ha dicho hasta la saciedad: por su origen, esta crisis es distinta. El enfrentamiento a una recesión tiene, a su vez, trayectorias contrastadas. Las medidas rígidas, estrictas, sin márgenes a la flexibilidad o a repensar las actuaciones, han conducido siempre a retrasos en la recuperación, o a acentuar las consecuencias sociales negativas de las crisis. Pasó en los años treinta y en la Gran Recesión de 2008, por citar los dos grandes retrocesos económicos –hasta la irrupción de la Gran Reclusión, la del coronavirus– que se conocían en los últimos ochenta años. Por otro lado, las orientaciones más disruptivas, con la utilización de las herramientas disponibles en el cajón de los gobiernos y de los bancos centrales, han sido siempre más efectivas: expansión del gasto público, avance del gasto social, programas de inversión, flexibilización monetaria. Lo vimos a partir de los años cuarenta. Lo apreciamos, muy parcialmente, con la crisis de 2008, particularmente en Estados Unidos, donde la recuperación fue mucho más rápida que en Europa, presa de la ortodoxia. Por tanto, si los orígenes de la crisis del coronavirus son muy distintos a los de otras recesiones, las posibles salidas, grosso modo, se conocen. ¿Cuál debe escogerse? La ideología interviene por encima de los resultados empíricos.

            Los partidarios de las soluciones ortodoxas se refugian en el instrumental básico del neoliberalismo. Empiezan a proliferar artículos académicos y de divulgación en blogs sobre su bondad, y la importancia de hacer nuevos ajustes que supongan control de las cuentas públicas, equilibrios presupuestarios a ultranza y la invocación al riesgo inflacionista. Estas ideas están saliendo, una vez más, de sus escondites. Estaban ahí, agazapadas, ante la enorme tormenta que reclamaba al Estado la adopción del protagonismo central, la resolución de todo: la previsión, la dotación, la financiación, los resultados, sabedores, esos embozados, que los errores se imputan siempre a los gobiernos. Una reivindicación muy distinta a la formulada por Mariana Mazucatto, que nos habla constantemente de la capacidad innegable de emprendimiento del Estado, epicentro de las grandes innovaciones promovidas después por el sector privado.

            Frente a esto, otros economistas proponen recoger experiencias del pasado para aprender y aplicar en el presente. En un contexto de tipos de interés bajos, con la demanda cayendo y el consumo privado muy débil, con la inversión empresarial contenida y temerosa, con riesgos innegables de deflación, con desplomes en la generación de renta y en el comercio internacional, y con una actitud diferente –más positiva– del BCE en relación a la vivida en 2008-2009, dos factores sobresalen de otros muchos que se podían invocar: la urgencia en la inversión y la re-estructuración de la deuda. Ambos elementos constituyen piedras de toque esenciales en estos momentos. En estos dos factores, la consideración de la unidad de acción es básica. Es europea, y, se la califique como se quiera: debería ser mutualizada.

Los gobiernos deben gastar antes de recaudar impuestos o ahorros. Prestigiosos economistas han estudiado durante años el funcionamiento del sistema financiero y la creación de dinero endógeno. De sus trabajos se desprende que el BCE, si quiere, a través del sector financiero privado, puede ejercer como prestamista de última instancia, aunque la Ley no lo permita. Se trata de romper los círculos estáticos. Recordemos, una vez más, que el capitalismo occidental se reconstruyó después de la segunda guerra mundial con la mayor inyección de dinero de la historia: el sistema patrón oro-dólar, creado en Bretton Woods, permitió a la Reserva Federal emitir dólares sin contrapartida en una magnitud sin precedentes. Esos dólares financiaron la reconstrucción de la Europa Occidental y Japón, y no generaron inflación.

Pero, ¿cómo puede gastar el gobierno si no recauda impuestos, y por tanto no tiene ingresos, porque la actividad económica está paralizada? La opción es endeudarse. Y ese endeudamiento –y aquí entra en juego el importante papel del BCE y del Banco Europeo de Inversiones, BEI– debe sufragar sendos objetivos: hacer llegar recursos a familias y empresas, con condicionamiento claros para que éstas canalicen los recursos adquiridos para seguir con los procesos de producción (y no desviarlos a otros destinos); y diseñar programas de inversiones públicas en áreas que generen efectos multiplicadores, procesos encadenados de nuevos avances. Efectos multiplicadores que se han demostrado científicamente demostrados, a pesar de algunos vaivenes. Y de muchas reticencias claramente ideológicas, no matemáticas.

En efecto, la tesis de la importancia del gasto público como palanca de crecimiento fue refrendada por el mismo FMI, inmerso en continuas contradicciones en las declaraciones de sus dirigentes y en los informes técnicos de sus expertos. Así, en un estudio ya lejano, de 2010 (FMI, World Economic Outlook, octubre de 2008 y octubre de 2010), los análisis del Fondo estimaban que por cada punto de ajuste fiscal –en suma, de recorte en el gasto público– en los países desarrollados, el PIB se contraía 0,5 puntos: un multiplicador, por tanto, muy bajo, de manera que esto de alguna forma bendecía las políticas de austeridad. Es lo que subyace en algunas recientes opiniones sobre la pretendida “falsedad” de los multiplicadores fiscales. Pero otro trabajo de Olivier Blanchard, firmado con Daniel Leigh, revisó en profundidad los cálculos primigenios de la institución y estableció nuevos multiplicadores (“Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers”, FMI, working paper13/1, http://www.imf.org/external/pubs/ft/wp/2013/wp1301.pdf). La transcendencia de esta aportación, de una encomiable honestidad intelectual (ya que el propio Blanchard era el autor del trabajo citado de 2008) y sustentada sobre más de treinta investigaciones realizadas entre 2008 y 2012, se concretó en unos puntos esenciales tras una profunda revisión de los parámetros macroeconómicos:

  • En fases de depresión y de trampas de liquidez (tipos de interés cercanos al cero), el multiplicador fiscal puede superar con creces la unidad.
  • Se establece una horquilla que sitúa los multiplicadores, según los países, entre 0,9 y 1,7 puntos porcentuales, con lo que se concluye que los efectos de las políticas de austeridad resultaron mucho más negativas de lo esperado y explicaría, entre otros elementos, los fallos de cálculo de las instituciones y, a su vez, el crecimiento notable de la desigualdad.
  • Urgen diagnósticos más rigurosos de la realidad económica, toda vez que los errores supusieron la adopción de políticas económicas muy duras sobre todo en los países del sur de Europa, con resultados negativos para su cohesión social.

En la historia económica, existen ejemplos suficientes (imposible detallarlos en tan poco espacio) que demuestran, con datos y no con supuestos teológicos, que programas de inversiones públicas fueron muy efectivos. Estas actuaciones no se financiaron mediante un incremento de la imposición tributaria. El gasto público tampoco se financió con endeudamiento efectivo, sino que se monetizó indirectamente la deuda. La inflación fue prácticamente nula. Y el déficit público, en lugar de aumentar, disminuyó. Esto se debe principalmente a que el gasto público se realizó en ramas y sectores que generan más actividad económica y que, por tanto, como decía, tienen ese efecto multiplicador elevado –al que aludíamos antes– que hace que al final del ejercicio contable la recaudación fiscal sea mayor que el gasto público presupuestado. Es lo que se podría hacer hoy en Europa.

About Carles Manera

Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com

1 Comments

  1. copitodenieve el mayo 5, 2020 a las 3:02 pm

    Artículo muy acertado desde mi punto de vista que deja en el aire los sectores empuje en España conretamente y el tiempo necesario para el despegue de esos sectores tractores.

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