El marco
La práctica totalidad de las instituciones económicas y financieras, europeas e internacionales, han realizado ya sus pronósticos sobre las terribles consecuencias económicas de la pandemia. Todas coinciden en que una de las peores partes, una de las más dañadas, será la economía europea.
A pesar de la incertidumbre sobre esas previsiones debido a que no se tiene certeza alguna sobre, entre otras cosas, la duración de la pandemia y las posibilidades de que se produzcan rebrotes, todas esas instituciones coinciden, asimismo, en que las previsiones realizadas, por duras que sean, son las menos negativas porque se corresponden al escenario menos destructivo de los posibles.
Obviamente, la situación no será igual en todos los países europeos y ya sabemos que las consecuencias serán mayores para aquellos en los que la pandemia ha obligado a adoptar las medidas sanitarias y de confinamiento más duras para controlarla. Entre esos se encuentra el nuestro.
Por otro lado, no todas las economías que componen la Unión Europea, ni la zona euro, son iguales. En absoluto. Unas son más robustas que otras, tienen mercados laborales más estables, un tejido empresarial más sólido, y un peso muy inferior de los sectores más sensibles al confinamiento y a sus efectos a plazo. De forma que esa asimetría hace que el reparto de las consecuencias, y la forma en que las previsiones económicas agregadas se corresponden con las realidades nacionales, sea muy desigual.
En este marco se están desarrollando los debates entre los Gobiernos europeos sobre cuál debe ser la respuesta de la Unión. Y en ese marco se ha realizado la última cumbre del jueves 23, de la que parece que sale definitivamente una respuesta orientada en una nueva dirección, tras el abandono de los países que planteaban los coronabonos –España entre ellos- como mecanismo de solidaridad (mutualización) para salir entre todos de la crisis.
El cambio de orientación se ha producido tras una inteligente propuesta planteada por el Gobierno español de mutualización (no de la deuda sino de los recursos) a través de un fondo presupuestario europeo, financiado por deuda pública (se proponía que fuera perpetua para que no implicara una obligación de devolución para nadie) garantizada por las instituciones comunitarias, con el que se facilitarían transferencias para que los Estados pudieran hacer frente al desastre económico en función de de la intensidad del mismo en cada caso, sin que ello suponga el aumento de sus niveles de deuda.
Los riesgos
Sin embargo, lo que ha trascendido de los debates en la cumbre no es tranquilizador y apunta riesgos en varias direcciones.
- La estrategia de las rebajas
La propuesta del Gobierno español propone el establecimiento de un fondo por importe de 1,5 billones de euros -considerado por la mayoría de los analistas, instituciones y países más afectados por la pandemia- como el esfuerzo mínimo necesario europeo a la altura de las consecuencias económicas señaladas más arriba.
La canciller alemana, sin embargo, tras realizar ante su Parlamento un canto a la solidaridad y hablar durante la cumbre de la necesidad que la intervención tiene que ser “enorme”, en sus declaraciones ha rebajado la cifra de partida a un billón de euros. Un tercio menos para empezar a hablar. Dado que la Comisión suele tomar buena nota de estos ‘recados’ alemanes, el primer riesgo, con seguridad, consiste en que la erosión a lo largo de las negociaciones termine por dejar el fondo prácticamente escuálido.
Con lo que ya no se estaría a la altura de las gravísimas circunstancias económicas de una crisis sin parangón en casi un siglo. Cuanto menos quede finalmente del fondo, menos habrá para todos, porque a continuación hay que repartir y todo el mundo, hasta los que estuvieron en contra, quiere una parte tan grande como sea posible.
Los resultados del Consejo Europeo no resultan tranquilizadores. Un prestigioso columnista del Financial Times, Wolfgang Munchau, inmediatamente después del Consejo, decía acerca del montante total del Fondo Presupuestario que ha sido, en primera instancia, decidido: “El plan de recuperación de un billón de euros suena impresionante hasta que se observan los números de cerca. El efecto neto solo será de unas pocas fracciones decimales del PIB como máximo”. Y añade: “El plan de recuperación será la versión alemana: un aumento temporal en el presupuesto de la UE, a través de garantías, luego apalancadas, [y finalmente] desembolsadas como préstamos”.
El primer riesgo, por lo tanto, puede provenir de que, finalmente, la cuantía del fondo y los recursos realmente puestos a disposición no se encuentren a la altura de las necesidades.
- La ingeniería financiera de la Comisión (Juncker 2) y la pérdida de peso de las transferencias
La propuesta española se basa en transferencias, acertadamente, por varias razones. Tras el confinamiento, los agentes económicos, empresas y familias, quedan exhaustos. Incluso con los mayores apoyos posibles de cada Gobierno que, como dicen unánimemente los más prestigiosos economistas, deben ser en esta situación tan intensos como sea posible, porque cuanto más se hundan, más lenta, más difícil, y más cara, será la recuperación.
Pues incluso con esos apoyos tan importantes en cada país, familias y empresas van a sufrir un traumatismo del que tardarán en recuperarse. No habrá un “rebote” suficiente de la demanda y por lo tanto de la actividad si solo se ofrecen créditos. La mayor parte de las familias y la mayor parte de las empresas habrán registrado pérdidas, en no pocas ocasiones cuantiosas, de su renta. En esas condiciones, ofrecer créditos tiene poca capacidad de reanimación de la economía. Si no hay recuperación de rentas y estímulos considerables, el consumo tardará en reaccionar y, sin una robusta recuperación de las carteras de pedidos, la inversión, mucho más. Las enormes caídas del PIB que están siendo calculadas son, a la postre, caídas de renta.
Los gobiernos habrán de hacer un esfuerzo ímprobo de gasto para que llegue suficientemente a todos. De ello depende el tiempo de recuperación: la famosa “V”. Y el endeudamiento público ya es muy elevado, por lo que se precisa, mucho más en esta ocasión que en momentos anteriores en los que se perseguía solo reanimar el crecimiento económico en la UE, la concentración de apoyos en forma de transferencias.
La iniciativa del Gobierno español implica recursos reales, a diferencia de anteriores ocasiones en las que se optó por un método basado en promover el apalancamiento de créditos privados. Como sucedió con el denominado Plan Juncker.
“En noviembre de 2018, la Comisión Europea presentó un balance de aplicación del Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas (FEIE) –Plan Juncker-, en el que señalaba que se había logrado movilizar inversiones por valor de 360.000 millones de euros, dos tercios de ellos procedentes de recursos privados, y por encima de los 315.000 fijados inicialmente cuando se diseñó en 2015” [i].
A este respecto, el Tribunal de Cuentas de la UE, en su Informe especial 03/2019 sobre el Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas: Medidas necesarias para garantizar el pleno éxito del FEIE, señalaba entre sus conclusiones que parte de la ayuda del FEIE simplemente sustituyó otra financiación del BEI y el FEI, que otra parte se destinó a proyectos que podrían haber recurrido a otras fuentes de financiación privada o pública, que las estimaciones de la inversión adicional atraída por el FEIE a veces estaban sobrestimadas, y que la mayoría de las inversiones se efectuaron en algunos de los mayores Estados miembros de la UE que cuentan con bancos nacionales de fomento bien asentados. Tal vez por todo ello, los efectos macroeconómicos del Plan Juncker fueron tan poco perceptibles.
A esos sistemas de apalancamiento de las finanzas privadas es a lo que vuelve a sonar la música y la letra de la Comisión Europea cuando nuevamente habla de créditos y avales que apalancan nuevos créditos privados que finalmente “movilizan” aparentemente enormes sumas de dinero. Pero, es muy posible que otra vez en esta ocasión el peso muerto de la utilización de este tipo de estímulos financieros ocasione que sus efectos reales sean escasos en relación con las necesidades de recuperación de la economía de las zonas más dañadas de la Unión.
La Comisión ha hablado de un “correcto equilibrio” entre créditos y transferencias. Y se ha publicado que, en su opinión, lo correcto es que estas últimas no fueran más de un 40%. Se plantea, por lo tanto, como una especie de techo, de máximo. Sobre él cuál las negociaciones posteriores podrían provocar más reducciones dada la oposición que mantienen toda una serie de gobiernos.
- La finalidad de los fondos, el reparto y los retrasos
La adopción de un instrumento presupuestario tiene indudables ventajas, pero también inconvenientes. El fondo que habría de crearse requiere establecer unos objetivos, unos procedimientos y un reglamento. Esto, con acuerdo, podría no ser problemático. Pero, en un contexto en el que la Unión se encuentra claramente dividida puede hacer que el proceso sea lento y proceloso: podría llevar meses.
De los objetivos que se decidan depende, además, el reparto de los fondos entre los Estados Miembros, que es una cuestión siempre espinosa. Si no se comprende que los Estados más dañados por los efectos económicos de la pandemia, y que están sufriendo en mayor medida el desastre económico, requieren una mayor intensidad en las ayudas (especialmente en lo relativo a las subvenciones), el proceso será complejo y los resultados no serán los esperados ni los adecuados. Si se impone la lógica de que cada cual tire hacia su lado, los efectos probablemente limitados del estímulo fiscal, ya mencionados, podrían verse aún más debilitados.
Aparte de esto, pero teniéndolo en cuenta, la elaboración de los reglamentos puede ser objeto de prolijas discusiones, que corren el riesgo de convertirse en una oportunidad para retrasar al máximo su puesta en marcha. Ya se prevé que los instrumentos no estarán disponibles hasta comienzos del próximo año. Para entonces, si todo sale bien, el confinamiento hará meses que habrá terminado y la economía y las empresas se habrán encontrado con una situación en que los niveles de actividad habrán sido muy bajos, con lo que la recuperación se retrasará, ocasionando despidos y cierres de empresas. Durante un periodo de tiempo, además, en el que importantes sectores de la economía española, como el turismo entre otros, habrán sufrido la consolidación del parón durante todo el ejercicio 2020.
Las consecuencias: cómo hacer que Europa entienda
La propuesta del Gobierno español ha sido inteligente y ha buscado ofrecer una salida viable para las dos posturas que enfrentan a los Estados Miembros. Sin embargo, ha sido presentada sin una negociación y un acuerdo básico previo con Alemania, de forma que esta, a cambio del abandono de la propuesta de los coronabonos y de ofrecer un mecanismo alternativo a los de mutualización de la deuda, aceptara defender los elementos fundamentales de la misma.
Estos, a mi entender, son: que la cuantía ha de ser adecuada al tamaño del desafío, que los montantes totales planteados en este momento no sean máximos reducibles sino mínimos mejorables, que -ingeniería financiera aparte- las subvenciones han de ser suficientes y mayoritarias para que el estímulo fiscal sea la parte fundamental, que los préstamos no son solidaridad (solo son créditos a devolver: un anticipo de nuestro propio dinero) y su capacidad de estímulo fiscal es baja, que los repartos han de considerar básicamente el criterio de que el Plan debe ayudar más a los que más sufren, como corresponde a un planteamiento comunitario y de una zona monetaria común, y que es imperativo actuar con la mayor celeridad posible, como están haciendo los gobiernos nacionales, para llegar a tiempo, para reducir lo más posible los daños y para anticipar al máximo la recuperación.
Desgraciadamente, no se percibe un compromiso de esta naturaleza de Alemania, y con ella del grupo de países que la apoyan. Más bien los indicios parecen apuntar en dirección opuesta. Si toda una serie de países, entre los cuales se hallan algunos de los más grandes de la Unión (así como de los fundadores), y sus poblaciones llegan a una situación en la que contemplan cómo la hecatombe de sus economías y las derivadas sociales se produce ante la vista impertérrita de los demás Estados, eso tendrá inevitables consecuencias también para el proyecto europeo.
Lo que se plantea no es una discusión entre los países del Norte y los del Sur, como a menudo se presenta, sino el debate fundamental entre los que defienden avances en la integración y los que se resisten a ellos.
Puede que no se hayan visto del todo las orejas al lobo… o el tamaño de las mismas. Una postura firme durante las próximas semanas, basada en una explicación rigurosa y directa de las consecuencias de una Europa insuficiente y, en algunos aspectos, egoísta, por parte de los que defendemos que todos estamos y estemos en el mismo barco, tal vez podría hacer cambiar las cosas.
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[i] Memoria Socioeconómica Anual del Consejo Económico y Social de España, 2018. CES, Madrid, 2019.
La UE, que esta vez reaccionó bien, vuelve a las andadas: tarde, mal y nunca. Estoy de acuerdo en que la discusión es entre los que desean avances en la integración y los que no, aunque necesariamente hay algo de Norte (centro) y Sur (periferia), además de entre los que sustentan esta UE (mercado y finanzas) y los que plantean otra UE (también preocupada por las personas). Pero parece claro que cuanto más se recorte y diluya la propuesta inicial, menor efecto tendrá y mayor será el coste para España y el Sur (lo que mermará a esos países, pero también al resto de socios, que deberían desterrar la idea de hacer regalos solidarios y asumir que la solidaridad de esta UE les beneficia sobre todo a ellos, al Norte, a las finanzas, al mercado interior y sus empresas; y mucho menos a los ciudadanos, en especial a los más afectados por el austericidio de años anteriores, que ojalá no se repita). En la misma línea, parece claro que cuanto más se vinculen las salidad al Presupuesto comunitario, aún más tortuosa será la negociación de las Perspectivas Financieras Plurianuales y el posible, difícil y ¿temporal? aumento del tamaño del presupuesto UE. Sobre todo, porque quienes se benefician de esta UE no admiten que los reducidísimos recursos comunitarios puedan compensar en parte esa situación, además de seguir beneficiando en mayor medida a quienes ya están mejor posicionados en esta UE. Hace falta otra UE.
Muchas gracias por su comentario, José Antonio, con el que estoy plenamente de acuerdo.
No se puede convertir la estabilidad fiscal en la regla de oro de la política europea, y no querer ni oír hablar de nada más, de la falta de armonización fiscal, de los beneficios asimétricos del mercado interior, o de la muy conveniente para algunos países subvención a las exportaciones de esos mismos países a través del tipo de cambio del euro.
Hay una gran hipocresía política en el hecho de que se aplique a nivel europeo la ley del embudo con la parte ancha para las cuestiones que no se quieren y la parte estrecha para las que no convienen.
El proyecto europeo retrocederá si no hay un avance de la solidaridad entre todos los países, que significa compartir más cosas (especialmente en la adversidad) y no solo las que a cada uno le convienen. Sobre esta base interesada y asimétrica no puede basarse la integración europea.
Remember Argentina años 90. Anclada al dólar, nosotros e Italia al euro, abiertas las fronteras y los movimientos de capitales. Aún no se ha recuperado y cada día lo tiene más difícil. Varoufakis pensaba que lo peor era negociar sin un plan B, y que lo que pasó es lo que tenia que pasar con las armas que tenia y la renuncia al órdago. Por mi parte creo que lo de Grecia es una broma comparado con lo que viene y que sin alianzas claras en la UE siempre toca perder. El mando lo tiene Merkel, pero la clave está en Francia e Italia aliados situacionales en una coyuntura estratégica y en el parlamento europeo, lugar de las alianzas ideológicas, en los verdes, la izquierda y la secesión de la socialdemocracia y los liberales, divididos pos alineaciones nacionales.
Gracias por tu comentario, José. Evidentemente, lo que viene es mucho más que la crisis pasada. Pero sus efectos serán también desiguales. Y es evidente, como dices, que las posibilidades de avanzar en una integración más completa y equilibrada dependen obviamente de la capacidad política de unir posturas entre un número suficiente de países: lo decía Piketty ayer en eldiario.es
Los países del centro y norte de Europa se sienten muy cómodos con la combinación de un modelo social fuerte y avanzado y las ventajas de vender en un gran mercado. No quieren ni oír hablar de otra cosa, salvo que vean que otros se disponen a avanzar por su cuenta (y eso, al parecer, produce vértigo): esas son las dos velocidades. No hay voluntad alguna por su parte de una mayor integración.
Y todo eso sin contar con la escandalosa cuestión de esos países que se niegan a todo, dando lecciones a los demás, para no perder el paraíso fiscal que tienen montado con cargo a los demás países, a los que sustraen de sus ingresos públicos sin problemas de conciencia el dinero que aumenta el déficit y por el que les acusan de derrochadores (https://www.vozpopuli.com/opinion/paraisos-fiscales-ue-terreno-juego-desequilibrado_0_1255675672.html). Aunque hay varios paraísos fiscales en Europa, el caso más sangrante, por las posturas que mantiene es el de Holanda, que cada año hace perder más de 9.000 millones de euros en impuestos a las multinacionales norteamericanas a sus socios y vecinos (https://es.scribd.com/document/457305143/Time-for-the-EU-to-Close-Its-Own-Tax-Havens-April-2020-Tax-Justice-Network): no termino de comprender por qué se guarda silencio con este asunto.
Prmero una previa, se suele repetir desde el Sur de Europa que los paises del Centro-Norte de Europa han sido los más beneficiados de la UE y que cuando hemos tenido problemas nos han dejado tirados.
Y eso no solo no es exacto sino que es una enorme mentira. Para que nos hagamos una idea de las Magnitudes, la Renta per capita de Grecia el año 1984(Año previo a entrar en la UE) era prácticamente una décima parte de la RPC de Alemania. En el 2007, antes de explotar la crisis, era de menos del 50% menos. Por tanto Grecia tuvo durante esos años el mayor crecimiento económico de su Historia y su población, en general, se benefició mas que ninguna otra de ello. Parecido con Portugal, y en menor medida, pero tb con España. Mientras la RPC en Alemania, apenas si era ligeramente superior al incremento del IPC acumulado.
Esta previa me parece importante pq creo que cambia bastante el enfoque que solemos dar a los equilibrios Norte-Sur. Donde nosotros nos quejamos que siguen viviendo mejor, obvio, pero no reconocemos que la diferencia ha disminuido muchísimo, y en buena parte, ha sido gracias a ellos.
Y digo que lo cambia todo, pq la percepción de que nos tienen que seguir ayudando permanentemente, no la tienen, pq consideran que ya nos han ayudado bastante y que algún día deberemos ser autosuficientes en lo que concierne a las cuestiones económicas.
Obvio que esto, lo del Covid_19, no tiene nada que ver con la crisis del 2008. Donde ni griegos ni españoles hemos reconocido nunca, y no hablo de autoflagelarse pero si de ser conscientes de los errores, de que fueron crisis provocadas básicamente por cuestiones de graves desequilibrios internos.
Aqui se sigue hablando de la Crisis Financiera Internacional, y en España no había ni un $ de subprimes.
Es más España a traves de su banca(Cajas), había infectado de nuestras subprimes a media Europa(En el caso de Grecia era un crecimiento basado en el Deficit permanente, que es un acelerador fantástico, lástima que la Deuda algún dia hay que devolverla).
El escenario más probable como dice es un mixto entre transferencias directas via Presupuesto de la UE, donde el criterio sean los costes del Covid_19 no lo que toque a cada cual. Y una segunda pata deuda asumida por cada país, pero con algún tipo de garantía comunitaria para evitar que se dispare la prima de riesgo.
Aún asi ambas medidas tienen sus limitaciones. Si alquien pretende que esto no tenga altos costes, que vaya cambiando de idea, pq los va a tener y altisimos. No veo la forma de que no los tenga. Lo de imprimir billetes como si no hubiera mañana, no creo que sea una solución. Lo de dar liquidez e intentar que el impacto no sea tan enorme esta descontado, pero a partir de ahi. con unos ingresos públicos que se van a desplomar y los gastos sociales disparados no hay forma de continuar con politicas de expansion fiscal, pq no habrá forma de finaciarlos.
El empobrecimiento es inevitable, lo único que se puede hacer es intentar que este empobrecimiento no afecte de forma terrible a una parte importante de la población. Pero eso en países donde el margén es mucho menor, tampoco lo veo nada fácil.
Por desgracia de esta crisis no vamos a salir todos, y no me refiero a los decesos por la pandemia, me refiero a los que la Crisis Económica del Covid_19, les va a dejar a muchos con un presente nefasto y lo que es peor, sin futuro a medio plazo.